Generación espontánea
Actualizado: GuardarLa generación espontánea fue una antigua teoría, según la cual la vida podía surgir desde elementos inertes. Esta teoría contó desde siempre con el rechazo frontal de la comunidad científica, hasta que el pasado siglo XIX quedó totalmente desvirtuada gracias a los estudios del microbiólogo francés Louis Pasteur. En esta misma línea pseudo-científica con la que hoy inicio estas líneas, hay otro fenómeno que presenta cierto paralelismo con el anterior denominado «combustión espontánea humana». Éste pretende demostrar aquellos supuestos de incineración de personas vivas sin que exista aparentemente una fuente externa de ignición. También en este segundo caso los científicos se han mostrado mayoritariamente escépticos ante la posibilidad de que, cualquiera de nosotros en un momento determinado y sin que nadie nos prenda fuego, podamos salir ardiendo.
Sin embargo mire usted por dónde, en esta ciudad de mis amores, que cada vez lo es más de mis penas, ambas teorías han sido puestas en entredicho en una misma mañana.
Como habrán podido leer en La Voz del pasado viernes, un autobús urbano -de los nuevos para más inri-, no sólo espontáneamente se puso en marcha, salió de la cochera y se auto condujo hasta las inmediaciones del Cementerio (lo cual es un claro ejemplo de generación espontanea), sino que, seguidamente, y sin causa aparente, salió ardiendo, lo que tira por tierra cualquier teoría contraria al fenómeno de la combustión espontanea que, en una vuelta de tuerca que los científicos deberán analizar, parece que ya no solo afectaría a seres humanos sino que se extendería a vehículos aparcados, algún que otro contenedor de basura y, finalmente, a todo un señor autobús.
Sé que el comentario puede pecar de sarcástico, pero no se me ocurre otra forma de hablarles sobre el conflicto de nuestros autobuses urbanos que tras este incendio, da un peligroso giro.
Porque ¿qué quieren que les diga?, salvo que algún científico acredite las anteriores teorías, todo me lleva a sospechar que alguien, con conocimiento de conducción de autobuses (yo sería incapaz de conducir un vehículo de 12 metros de longitud), debió ponerlo en marcha, salir de las cocheras, circular por buena parte de la ciudad para, finalmente, estacionarlo en el aparcamiento adyacente a nuestro Cementerio. Y otro alguien, puede que el mismo o puede que un tercero, debió prender fuego al autobús, cosa que imagino tampoco debe ser fácil, salvo que uno tenga conocimientos exactos del propio vehículo. Me dicen que las medidas de seguridad que dotan a este tipo de vehículos imposibilitan mucho su combustión. Por ponerles un ejemplo, la tapicería de sus asientos es de un material que arde difícilmente y tiende a auto-apagarse, precisamente para evitar que el autobús salga ardiendo y ponga en peligro la vida de sus potenciales usuarios. Incluso el autor o autores deben poseer conocimientos informáticos para desactivar el seguimiento por GPS, del que estaba dotado este vehículo, que permite conocer en todo momento el lugar exacto de la ruta en el que se encuentra.
Y claro, si uno comienza a elucubrar -y pensar es libre-, pocas personas reúnen los requisitos necesarios para llevar a cabo tamaña fechoría. Añadan que el autor o autores deberán ser lo suficientemente conocidos de la empresa como para no despertar sospechas, pues las cocheras están dotadas de vigilancia, y poseer cuantos conocimientos son necesarios para realizar tamaño despropósito.
De todos modos me van a permitir que deje de meditar sobre el tema, pues el mismo está en manos de una magnifica unidad de la Policía Nacional y me llegan rumores que apuntan a que al autor o autores del hecho les quedan pocas horas de libertad, si es que, desde que redacté estas líneas y hasta que las mismas se ven publicadas, no han sido ya detenidos.
Como ciudadano lo único que pido es que el castigo sea ejemplar. Si aquí comenzamos a utilizar los incendios como modo de protesta (dicho sea con cautela, pues carezco de elementos de juicio para señalar a nadie), primero son autobuses, después saldrán ardiendo colegios e, incluso arderá más de un hospital. Por ello un castigo ejemplar y ejemplarizante a tiempo, a veces se convierte en la mejor medicina…