El mesianismo de Felipe II truncó la invasión de Inglaterra
La ausencia de un plan B, el mal clima y unos barcos vetustos, otras claves que condenaron a las tropas españolas de la Armada Invencible
MADRID Actualizado: GuardarEl plan estaba gafado desde el día en que nació. No parecía que saliera nada bien. Los preparativos se retrasaban y, para colmo, el jefe de la expedición, Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, moría antes de ponerse al mando de la Grande y Felicísima Armada. O lo que es lo mismo, antes de dirigir a la Armada Invencible, adjetivo colocado con sorna por lord Burghley, ya que los españoles no adoptaron nunca este calificativo. Leica el hispanista Geoffrey Parker (Nottingham, Reino Unido, 1943). Junto a su colega Colin Martin han vuelto a reescribir 'La Gran Armada' (Planeta), donde analizan con nuevos documentos y descubrimientos los entresijos del fracaso de la mayor flota vista hasta el siglo XX.
Los dos hispanistas británicos reiniciaron las investigaciones cuando fueron contratados como asesores de una serie documental que preparó la BBC y TVE. «Colin se zambulló en la costa de Irlanda y encontró tres barcos españoles, con cañones y numerosa documentación», apunta Parker. Entre los papeles había cartas de Medina-Sidonia quejándose «de lo pobre que era» a su rey. "`Era millonario!", exclama divertido uno de los mayores expertos en la figura de Felipe II. También se hallaron cartas entre Pérez de Guzmán y dos de sus lugartenientes: Juan Martínez de Recalde y Alonso de Leiva. «Son las primeras cartas de una batalla que se conservan», puntualiza. Las diferencias entre el duque de Medina-Sidonia y sus dos comandantes. «Ni nos llama a consejo», se queja Recalde en un diario que intenta enviar al monarca.
Aparte de la posible inutilidad del duque en las batallas navales, una de las creencias más arraigadas es que la combinación del mal clima y los ataque de los barcos ingleses acabaron con las aspiraciones españolas de colocar un rey católico en el trono de Isabel I. Parker considera que este planteamiento es excesivamente «reduccionista», ya que hubo numerosos factores que provocaron el fiasco de las tropas de Felipe II. Uno de ellos fue la concepción de los barcos. La Armada estaba compuesta por más de 130 barcos, con un total de 2.431 cañones, 19.000 soldados, 7.000 marineros y casi un millar de de sirvientes, aristócratas y demás. En cambio, los barcos ingleses llevaban más marinos que soldados, con barcos más veloces y con una capacidad de maniobrar mucho mayor. La lentitud condenó a las naos hispanas en su trayecto desde la Península Ibérica hasta Flandes, donde debían recoger a los Tercios del duque de Parma para invadir Inglaterra.
Una carta
Parker también rechaza la opción de que la diversidad de procedencia de las tropas españolas fuera un contratiempo en la batalla. «La mitad de los barcos eran portugueses y castellanos.
Las naves italianas estaban gobernados por capitanes españoles y los equipos de españoles también lo eran. Con lo que no había muchos problemas a la hora de hacer las indicaciones», explica el hispanista. El problema fundamental fue la falta de de coordinación de una gran flota que salía desde España con los barcos que iban a transportar a 30.000 hombres desde Flandes hacia la costa inglesa.
«No hay constancia de que Felipe II se reuniera con sus generales», precisa Parker, que también culpa al monarca de una gran falta de decisión. «Cambió de planes decenas de veces, lo que dificultó que Isabel supiera sus planes, pero también sus consejeros». El rey tenía una obsesión: «entrar en Londres con la reina inglesa dentro para matarla y acabar con su régimen».
No le importaba nada más. Ni siquiera las cuestiones climáticas.
«Felipe II estaba convencido de que dios iba a mandar buen tiempo», indica Parker, que critica el mesianismo del monarca en la toma de decisiones. «En parte acertó. La Armada llegó a Calais en apenas diez días, todo un récord», dice con cierta sorna. Tampoco había un plan B. Sus comandantes también se equivocaron a la hora de elegir el camino para la huída. «En septiembre, el mar del Norte y el de Irlanda están siempre mal». Esto obligó a los barcos huidizos a acercarse más a la costa en busca de provisiones; pero también, a tomar considerables riesgos, como acabar empotrados en las rocas y recibir los ataques de ingleses e irlandeses. Unos tres mil españoles murieron. A pesar del fracaso de la Armada Invencible, Parker salva la actuación de Felipe II. «No tenía otra opción si quería pacificar los Países Bajos mas que acabar con su aliado inglés», apunta. Pero en el examen práctico, fracasó.