LO ESCONDIDO
Actualizado: GuardarEl aniversario de LaVoz y su fiesta correspondiente propicia cada año un análisis, aunque sea rápido, sobre el periodismo y la evolución de la información. Esta vez además coincide con un debate generalizado en los medios profesionales acerca no ya del futuro, sino del presente: de cómo el viejo oficio se ha visto afectado por los cambios económicos, tecnológicos, sociales, políticos. Hay quien ha publicado en Twitter una esquela por Don Periodismo y en Madrid se ha presentado un «libro negro» de malas prácticas que coincide, en general, con la conversación que los periodistas tenemos planteado de manera constante en nuestro día a día laboral y en nuestras preocupaciones.
El asunto tiene muchas aristas y no es un tema menor o sólo sectorial. Afecta a las libertades, a la calidad de la democracia y a los ciudadanos. Tiene implicaciones económicas, laborales, sociológicas, tecnológicas . Y psicológicas: los periodistas estamos a veces desorientados, cuando no tocados y hundidos, deprimidos, como si fuera culpa nuestra este marasmo en el que cada día se destruyen empleos y se malbarata el hermoso oficio que amamos, a veces más de la cuenta y al que sacrificamos vida, familia, relaciones personales, salud, sueño, por un precio muy bajo, pero que a pesar de todo nos compensa.
Yo, que vengo del plomo, tengo desde el principio del debate la impresión de que hay que volver a los orígenes. Porque aunque sea en papel, en las ondas, en internet, en tablet, en smartphone, se trata de contar noticias. Y las noticias no son cualquier cosa. Noticia es lo que te hace saltar de la mesa y decir «¡coño!», como decía Miguel Larrea en esta misma habitación donde escribo ahora, hace algo más de siete años, cuando preparábamos LA VOZ. Noticia es, como no me canso de repetir en frase de un clásico, lo que está oculto, lo que alguien no quiere que se publique. Todo lo demás es propaganda. Ese es nuestro oficio. Somos el escorpión del cuento del escorpión y la rana. No podemos evitar clavarle el aguijón aunque nos hundamos por ello. «Es nuestra condición». Incómodos, incordiantes, insatisfechos, desclasados. Así somos los periodistas. No una casta de instalados, no una parte del poder, no unos protagonistas. Estamos enfrente y siempre con una pregunta más que hacer y con un titular en la cabeza, con la curiosidad y el entusiasmo por contarle a la gente lo que le pasa a la gente.
No siempre hacemos bien nuestro trabajo y estamos dispuestos a reconocerlo. Tampoco siempre tenemos un marco de libertad que nos permita actuar. A veces hemos de tomar decisiones difícilesy arriesgadas. Y pensamos si merece la pena, por ejemplo, jugarse un mal trago, o hasta un sueldo o un presupuesto, por publicar algo que consideramos importante. Nos preguntamos incluso si ese martirologio, tan indeseable, le importa a alguien en la sociedad y, con honestidad, pensamos que no. Sólo nos queda la certeza de nuestra propia dignidad , la de nuestro oficio y la de nuestra cabecera, que es todo lo que tenemos. No es poco. Así que levantamos la cabeza y seguimos informando.