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MUNDO

Al-Qaida pierde a su predicador

La franquicia terrorista se queda sin Al-Aulaki, su mejor reclutador, una semana después de la vuelta del presidente Saleh a la capital Un avión estadounidense no tripulado alcanzó con un misil al propagandista de la red en Yemen

MIKEL AYESTARAN
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Osama bin Laden ha desaparecido, pero Estados Unidos prosigue su lucha contra Al-Qaida. Su última victoria ha sido la muerte de Anuar al-Aulaki en Yemen tras el ataque de un avión no tripulado. Al-Qaida en la Península Arábiga, AQPA, (nombre que recibe el grupo terrorista tras la fusión de las facciones de Yemen y Arabia Saudí en 2009) pierde de esta forma a su ciberpredicador y a su rostro más internacional.

El Ministerio de Defensa yemení anunció vía mensaje de texto a la prensa local la muerte del clérigo nacido en Nuevo México hace 40 años tras una operación llevada a cabo en Al-Jawf, en un lugar situado a 150 kilómetros al norte de Saná y alejado de la provincia de Shabuah, tradicional feudo de los integristas.

A las pocas horas del anuncio Washington confirmó la muerte del terrorista americano-yemení, el primer ciudadano con pasaporte de EE UU que formaba parte de la lista de diez nombres a los que la CIA tenía orden de matar y que estaba calificado de «terrorista global».

A la tercera fue la vencida, ya que Al-Aulaki fue objeto de dos ataques anteriores en diciembre de 2010 y el pasado mayo, de los que logró salir ileso. Esta vez el misil alcanzó el vehículo del religioso, en el que perdieron la vida también sus cuatro acompañantes. Entre ellos podría figurar un ciudadano estadounidense de origen paquistaní identificado como Samir Jan, director del rotativo yihadista 'Inspire', principal órgano de propaganda de Al-Qaida.

Tras el anuncio de Saná y la confirmación de Washington comenzaron a filtrarse los detalles de la operación más importante contra la red terrorista desde la muerte de su líder, Osama bin Laden. La agencia AFP, citando fuentes tribales, apuntó a «misiles lanzados de un avión no tripulado», y desde Estados Unidos se informó de que había sido «un dron» estadounidense armado con «misiles Hellfire» en una operación del Mando Conjunto de Operaciones Especiales bajo la dirección de la Agencia Central de Inteligencia. Con esta muerte EE UU elimina al que consideraban «jefe de operaciones externas de AQPA», acusado de estar detrás de las últimas grandes operaciones transfronterizas del grupo.

Estados Unidos logra su botín más preciado tan solo una semana después del regreso del presidente Alí Abdulá Saleh a Yemen tras pasar más de tres meses en Arabia Saudí curándose de las heridas sufridas en el atentado perpetrado en su palacio. El asesor de la Casa Blanca en materia antiterrorista, John Brennan, aseguró que desde el estallido de la revolución contra Saleh en febrero la colaboración antiterrorista con las autoridades «ha mejorado notablemente», sobre todo a la hora de la localización de miembros de AQPA. Brenan atribuye este cambio de actitud a la necesidad de los actuales mandatarios de ganarse el favor de la Administración Obama en su lucha contra la revolución que les mantiene contra las cuerdas.

«Socio indispensable»

Como en Pakistán, los aviones no tripulados americanos tienen luz verde para operar en todo el país -lo que supone que cuentan con una red de informadores sobre el terreno, que son quienes dan las coordenadas precisas de los objetivos-y el número de ataques se ha disparado en los últimos siete meses. El apoyo formal de Washington a las revoluciones de Egipto, Túnez, Libia o Siria contrasta con la actitud descafeinada en el caso yemení, un país calificado de «socio indispensable» en la lucha contra Al-Qaida, donde el pueblo demanda cambios.

Yemen engendra desde hace tres décadas a la bestia del integrismo islámico en lo más profundo de sus entrañas, acogida en valles y desiertos alejados de un poder central incapaz de suplir las leyes tribales que imperan en las provincias y más preocupado estos días por sofocar la revolución popular que desde hace siete meses exige la dimisión del presidente Saleh.

Una situación similar a la paquistaní, donde Saleh, que lleva 32 años en el puesto, se aferra al poder e intenta mostrar a Occidente la importancia de su figura en la lucha contra el terror. Las organizaciones de derechos humanos y los grupos opositores, sin embargo, denuncian que AQPA no es más que un juguete en manos de las autoridades para perpetuarse en el poder. Dos visiones de una realidad que mantiene al país al borde de la guerra civil.