Washington-Kabul ... e Islamabad
MADRID Actualizado: GuardarEn lo que parece una iniciativa de gran calado y susceptible de alterar a fondo el correlato político y estratégico regional que acompaña a la guerra en Afganistán, Hamid Karzai declaró hoy que ha roto definitivamente los contactos pro-paz que mantenía con los Talibán y que centrará su esfuerzo en el único interlocutor disponible: Pakistán.
Esto habría sido una noticia en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia en los últimos años, pero hoy toma una importancia particular y equivale, de hecho, a que el presidente afgano se apunta a la opción paquistaní cuando el gobierno de Islamabad sortea un vendaval diplomático con los Estados Unidos.
Washington dejó caer el miércoles que tiene a los servicios secretos militares paquistaníes por activos colaboradores de uno de los vectores talibán más poderosos y activos, la llamada “red Haqqani” y, por vez primera de modo preciso y a un nivel elevadísimo, dijo que el ISI (literalmente “Inter-Services-Intelligence”) ayudó en los ataques terroristas contra la embajada norteamericana y el cuartel general de la OTAN en Kabul hace dos semanas, que causaron una fuerte impresión.
El mensaje del Pentágono
Debe ser subrayada la calidad del acusador, nada menos que el jefe del Estado Mayor (inter-armas) de las fuerzas armadas norteamericanas, el almirante McMullen quien en su última comparecencia ante el comité de servicios armados del Senado dijo literalmente esto: “la red Haqqani es un verdadero brazo armado del ISI”.
McMullen terminaba su mandato como presidente de la Junta de Jefe de Estado Mayor unos días después y ayer fue relevado por el general Dempsey, elegido por Obama. Su despedida, pues, fue una gran traca diplomática abiertamente destinada a crear una crisis con Pakistán y que fue cubierta, si no organizada, por su jefe, el Secretario de Defensa Leon Panetta, a quien se atribuye un criterio de más rigor con el doble juego paquistaní que el de su antecesor, el muy reservado Robert Gates, un Secretario de Defensa que Obama conservó tras haber servido en el segundo periodo de Bush.
El mensaje del Pentágono fue abiertamente beligerante, como deseoso de abrir las hostilidades con el sinuoso, inmanejable e indispensable socio paquistaní. El ISI y su jefe, el general Suja Pashá, por no hablar del general Kayani, jefe del Estado Mayor paquistaní y el hombre más poderoso del país, mantuvieron la calma y dejaron que el gobierno del presidente Zardari (un cero a la izquierda en estos asuntos y en otros muchos) hiciera los desmentidos litúrgicos propios del caso. Solo Pashá anotó algo de valor al reconocer que, como todo buen servicio de inteligencia, el ISI siempre ha tenido contacto con el ala política de los Haqqani, nunca con sus guerrilleros, fuera de control.
La red inencontrable
La importante afirmación de Karzai podría alterar del todo el escenario regional si es seguida de actos al respecto, pero en primera instancia puede ser percibida como una especie de sondeo con el ojo puesto en Washington, que estuvo de acuerdo siempre con la apertura de un proceso negociador con los Talibán aunque no tanto con la designación del antiguo presidente Burhanuddin Rabbani para encabezarlo de parte del gobierno.
Burhanuddin fue asesinado el pasado 20 de septiembre en Kabul no se sabe muy bien por quién, en el sentido de que no se sabe qué factor político impulsó el crimen, más allá de la obvia seguridad de que se trató de alguien que combatía el proceso en marcha, por lo demás embrionario y no muy prometedor.
Y se produjo entonces una curiosa crisis entre los Talibán oficiales, que reconocen la autoridad política de la “Shura de Quetta” (ciudad del sur del Pakistán donde se da por residente al “gobierno” talibán y, tal vez, donde reside el mollah Omar, líder histórico del movimiento) y otros grupos regionales de la resistencia y, sobre todo, los Haqqani. Los Talibán difundieron un comunicado sin precedentes en el que tras reconocer los méritos de los Haqqani, su fundador Maulvi y, sobre todo, de su hijo y jefe militar, Sirajuddin, les recordaban que el líder es y sigue siendo… el mollah Omar.
La larga mano de Islamabad
Todo esto sucede en función de los acontecimientos (empezando por la cólera que producen los ataques con misiles desde aviones norteamericanos no tripulados, con daños colaterales muy frecuentes) sin excluir los relacionados con el complejo escenario político-institucional del Pakistán, aunque los grupos mencionados se limitan en general a actuar en sus feudos, en el caso de los Haqqani el Waziristán-sur, una de las provincias bajo administración autónoma tribal.
En este marco, la petición reiterada de Washington de que el gobierno paquistaní actúe sistemática y contundentemente contra los terroristas se enfrenta no solo a la resistencia de las poblaciones locales y fronterizas, sino a lo que es una tradicional política de cualquier gobierno en Islamabad, desde los islamistas del general Zia ul-Haq, su antecesor, el laico Zulfikar Alí Bhutto, la Liga Musulmana de Nauaz al-Shariff o la dictadura militar moderada del general Pervez Musharraf. Nadie hace ni hará lo que Washington entiende que se debe hacer.
La complejidad del asunto implica tomar los hábitos de sus actores ancestrales y es inútil acudir al escenario con el prontuario de los buenos remedios democráticos. La longa manus paquistaní o, si se quiere, del ISI entendido como el genuino gobierno nacional a ciertos efectos, está ahí… para durar. El ISI ha enviado una fuerte señal a Washington con la declaración inesperada de Hamid Karzai, una criatura de los norteamericanos, que lo eligieron como un pastún patriota, seglar y acomodaticio. El mensaje es claro: somos insoslayables…