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Sociedad

Sacrificios

MANUEL ALCÁNTARA
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No hay que hacerse ilusiones, pero lo malo es que si no nos las hacemos nadie nos las da hechas. Su Majestad el Rey, cuya vida guarde Dios por los años necesarios para no dejar las cosas peor de lo que están, ha augurado un futuro de «bastantes sacrificios».

¿Qué son bastantes?, ¿los imprescindibles?, ¿los soportables?, ¿los llevaderos, o los que únicamente pueden afrontar los que jamás han tenido que sacrificarse? En principio, la palabra sacrificio se entendió como una ofrenda a las inciertas deidades para conseguir de ellas que no extremaran su venganza. Los hechiceros de todas las religiones se beneficiaron siempre de esa actitud, pero no sabemos bien qué es lo bastante.

El adverbio se suele identificar como lo que no es ni mucho, ni poco, ni más ni menos, ni de lo que ni falta ni sobra, pero de cualquier manera no es una profecía optimista. Tenemos que sacrificarnos bastante incluso los que no han hecho otra cosa en los últimos tiempos y ya tienen el carné de sacrificados.

Para ampliar su número y al mismo tiempo conseguir que se disminuya la cifra de parados, hay quien propone eliminar el cincuenta por ciento de los altos cargos en algunas juntas que han acertado a congregar a más vividores de la cuenta. No es un remedio suficiente. Aunque se disminuyan las consejerías, que son nueve o diez -hace falta mucha memoria para enumerarlas- esa medida no garantiza que las cosas nos empiecen a ir mejor, sino que les vaya algo peor a ciertos gandules autonómicos. En algún sitio habrá que colocarlos, si se resisten a no dejar de cobrar los servicios prestados o alquilados.

Quizá fuese una idea más afortunada conceder ayudas del 'fondo de reptiles' a más gente. La ofidiolatría tuvo su gran momento en mi tierra andaluza y como reacción produjo las supersticiones con el bicho innombrable que se arrastra y pica. Yo, que no soy supersticioso -lagarto, lagarto- prefiero las cigalas. Me caen más simpáticas y agradezco que dejen algunas para los demás los altos cargos autonómicos.