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Tribuna

'Frau' Merkel se asoma al abismo

Su evolución hacia el centro es una estrategia razonable pero poco explicada, que desconcierta a la parte conservadora de su base

DIEGO ÍÑIGUEZ
DOCTOR EN DERECHO Y ADMINISTRADOR CIVIL DEL ESTADOActualizado:

El partido de Angela Merkel, la CDU, ha perdido seis de las siete elecciones regionales alemanas de 2011. Ha perdido el Gobierno en el 'land' más poblado, Renania del Norte-Westfalia; en el más dinámico, Baden-Württemberg, que parecía un feudo democristiano; y en el más cosmopolita, Hamburgo. Ha vuelto a perder en Berlín, el más visible. Perdió hace tiempo la mayoría en el Bundesrat, la cámara federal, esencial para buena parte de la legislación. En Hamburgo, los socialdemócratas lograron una inesperada mayoría absoluta; en Baden-Württemberg, Los Verdes su primer ministro-presidente. La CDU baja en estimación de voto -del cuarenta y tantos al treinta y pocos- en un sistema político que cambia de la prevalencia de los dos grandes partidos a una mayor complejidad.

Se dice que el estilo de gobierno de Merkel -esperar aunque los conflictos se pudran, resistir, sumarse al fin a la posición menos costosa- demuestra más habilidad táctica que liderazgo. Su evolución hacia el centro es una estrategia razonable pero poco explicada, que desconcierta a la parte conservadora de su base. La súbita decisión de abandonar la energía nuclear le ha hecho aparecer volátil y enajenado a sectores económicos antes cercanos. Alemania peleó por entrar en el Consejo de Seguridad, pero luego se abstuvo en la votación sobre Libia y no ha participado en la intervención. Helmut Kohl, el excanciller democristiano y su «padre político» le acusa por ello de «falta de brújula», de convertir a Alemania en un socio poco fiable.

La canciller explica su laconismo por su educación en la RDA. Hija de un pastor de la iglesia luterana (tolerada pero vista con recelo por el régimen comunista), fue buena estudiante, se hizo profesora universitaria. Pero no se metió en política hasta que cayó el Muro, hasta que lo derribaron otros: ciudadanos -entre ellos pastores como Joachim Gauck- que se la jugaron y la astucia política de Kohl.

Su gestión de la crisis de la deuda se critica en los países que padecen el sobrecoste de sus pasos de plomo. Merkel trata de no enfadar a una población y una prensa sensacionalista que se resisten a asumir las deudas de sus sospechosos (de vagos) vecinos del Sur. Pero cuesta imaginar a Adenauer, Helmut Schmidt o Kohl con tantas cautelas. Liderar es otra cosa, exige explicar, convencer (por ejemplo, de las ventajas del euro para la economía alemana), seducir. Entretanto, sus adversarios se fortalecen: el SPD ha tocado fondo, recupera votos, vuelve a estar por delante de Los Verdes, que también suben y ganan votantes democristianos: urbanos, conservadores sociales, preocupados por la naturaleza. El socialdemócrata Steinbrück se perfila como alternativa. No gusta a algunos sesentayochistas, pero a fin de cuentas estos votan a Los Verdes... que serán compañeros de coalición.

La canciller se enfrenta a la decisiva votación sobre el rescate sin estar segura de parte de los diputados liberales (que, en caída libre, prueban paracaídas populistas) y algunos de los suyos. Ha sido implacable eliminando a sus adversarios internos y algunos le pasan ahora la factura: el propio Kohl, al que liquidó políticamente para sucederle, especialistas económicos como Merz, barones conservadores como Koch, ministras que empezaban a a ser populares como Von der Leyen. Nunca se había visto un Gobierno tan en ruinas a media legislatura, escribe un analista.

¿Corre peligro la coalición, se tambalea la canciller? No inmediatamente. La votación se ganará, porque el SPD y Los Verdes votarán a favor, pero sugieren que si sus votos son decisivos el precio debe ser un adelanto electoral, algo insólito en Alemania. Merkel resistirá, sus socios liberales se arriesgan a la extinción si dejan el Gobierno. No hay alternativas a Merkel en la CDU, ni a su derecha, ni en la CSU bávara, cuya estrella ascendente, el barón Zu Guttenberg, resultó fugaz y quemó su credibilidad por una cuestión de honestidad académica en un país con estándares envidiables.

Merkel también conserva algunas bazas: su probada capacidad de reacción, una sobriedad -patente en sus trajes singulares, en sus bolsos gigantescos que parecen contener la compra y otro traje de los suyos- atractiva para parte de su electorado. Su partido tiene cuadros imaginativos e inteligentes, sinceramente comprometidos con la economía social de mercado.

Merkel intentará acercarse a Los Verdes -que esquivarán su abrazo- y seguirá capeando la crisis desde el borde del abismo. Resistirá hasta las elecciones de 2013... si es que no intenta esquivar la derrota escapando antes a un trabajo europeo. Sarkozy le apoyaría. Pero ¿es quien quisiéramos ver cabalgando el toro de Zeus (Europa con traje Mao), defendiendo lo que queda del milagro social europeo de los zarpazos implacables de la globalización?