LA HERENCIA
Actualizado: GuardarAlí Babá se libra siempre, ya que el que manda manda, pero empiezan a faltar mazmorras para los ladrones, que eran unos mandados. Entre nosotros, son muchos más de cuarenta, aunque su número no supere los cuatro mil con carné. ¿Quiénes han arruinado este país, que se creyó rico cuando no tenía que hacer cuentas? Las naciones no cierran. Aunque no entre nadie en la tienda y haya que poner un letrero en la puerta diciendo que el último que salga apague la luz, el kiosco nacional continúa abierto. El señor Rajoy, que no es ningún doberman, le reprocha al Gobierno que no prorrogue los Presupuestos y el señor Zapatero, que no es ningún lince, avisa que seguirá tomando nuevas medidas económicas mientras le quede un hálito de poder y de memez. ¿Qué se puede hacer con la herencia? Berlín ha descartado el plan de Bruselas de ampliar los fondos de rescate y culpa a la Unión Europea de su incapacidad para frenar la crisis, que a su juicio «asusta al mundo».
Mi bien amado poeta Omar Khayyam, que nació en Nishapur, a la mitad del siglo XI de nuestra era, desconfiaba del lugar donde le habían traído a vivir llamado mundo. Pensó que antes de su llegada a él nada le faltaba y después de su marcha tampoco le faltaría. Era un místico, además de un matemático y un borracho entusiasta. Se pasó la vida despidiéndose de ella. Lo malo es vivir angustiados. De muerto no se pasa.
Los problemas de la herencia, que sin duda son apasionantes, nos tienen en un sinvivir. «Todo depende de la economía en este momento», ha dicho el tenaz líder del Partido Popular. ¿Cuándo ha sido de otra manera? Hasta hace poco, los bancos le prestaban dinero a quienes podían demostrar que no lo necesitaban, pero eso ha cambiado. No hay herencia sin desavenencia y ahora estamos discutiendo la parte que nos corresponde de nuestros males gananciales.