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José Tomás sale a hombros de la Monumental. :: JOSEP LAGO / AFP
Sociedad

Una preciosa faena de José Tomás de despedida

BARQUERITO
BARCELONA.Actualizado:

Era la última tarde de toros en Barcelona y, sin embargo, las emociones de la despedida no tuvieron ni la carga ni el acento ni la fuerza de la función memorable del sábado. La plaza de toros, condenada como tal, estaba abarrotada, pero ni consignas, ni pancartas, ni palmas por bulerías ni bulla ni coros ni jarana. Ni casi música, que sonó en apenas dos faenas y en los intermedios.

La fiesta mayor del sábado pareció literalmente irrepetible veinticuatro horas después. La euforia de se había transformado de pronto en resignación y el ambiente de la corrida fue esta vez apagándose progresivamente. José Tomás no llegó a ponerse ni acoplarse con el quinto de la tarde, que fue incierto y deslucido, le tocaron un aviso y ni un ajustado y destemplado quite por gaoneras -de largo la primera, exageradamente encima las cuatro que completaban quite- sirvió para dejar regusto alguno del último toro que mataba en Barcelona el torero de Galapagar, pretendido emblema de gran parte de la Cataluña taurina.

Una generosa decisión del palco premió con dos orejas una faena desigual y una soberbia estocada de Serafín Marín al último toro de corrida, que será seguramente el último en la historia de la Monumental. Y sacaron por derecho a hombros a Serafín y a José Tomás, que había toreado con rara perfección caligráfica al notable segundo de la tarde, y con uno y otro se llevaron a Juan Mora, que no pudo redondear.

Es probable que la primera de las dos faenas de José Tomás fuera, en punto a razones, estética, formalismo y ritmo, una de las mejores de su larga antología. Y de los últimos cinco ejercicios. Lo más celebrado por la gran masa fue una tanda de cinco molinetes, rareza mayor, transfigurados en muletazos de gran distinción y de suerte cargada, como tantos de los que, expurgados de fotos y textos sagrados, prodiga Morante. Los cambios de mano, resueltos con inteligencia y firmeza; el toreo enroscado, ligado por las dos manos en tandas generosas de hasta seis y siete; la postura en los medios casi posada; a voz aguda y tenue en cites y golpes. Una gran estocada.