LaChapelle ya no es LaChapelle
El fotógrafo expone en Nueva York su nueva visión de la fotografía, alejada del surrealismo pop que le hizo famoso
MADRIDActualizado:Un día sonó su teléfono móvil. Al otro lado pudo escuchar la voz de la entonces reina del pop. No parecía muy contenta. Madonna le preguntaba con cierta insistencia sobre el vídeo que ambos iban a grabar. Esas palabras taladraban su cabeza como un martillo neumático. Con tanta fuerza que ni corto ni perezoso colgó. “¿Acabas de colgar a Madonna?”, le preguntó su representante.
Este momento, que forma parte ya de la leyenda pop, fue el comienzo de un cambio radical en la carrera del fotógrafo David LaChapelle. “Fue liberador”, explica cuando se le pregunta por su reacción. Tras años de fama, dinero y jornadas interminables de trabajo LaChapelle se retiró a su finca de Hawaii con el firme propósito de no volver a ilustrar con sus fotografías las portadas de revistas ni a contar su visión glam de las estrellas del cine y la música. Goodbye my friends.
Desde entonces LaChapelle trabaja en un nuevo universo artístico, denostado a veces por críticos reacios a incluir en su catálogo a la persona que hizo saltar por los aires la estética pop. Durante años utilizó la fotografía para plasmar su concepción hipervisual y barroca de la realidad, capaz de dibujar mundos oníricos y surrealistas bajo fluorescentes de neón. Sus fotografías eran escenas imposibles con tanta potencia visual que marcaron a fotógrafos, cineastas, músicos y pintores de los últimos 20 años. Bajo sus encantos cayeron celebrities como la propia Madonna, Naomi Campbell, Pamela Anderson, Leonardo DiCaprio, Angelina Joli o más recientemente Christina Aguilera o Lady Gaga, que se rendían en cuerpo y alma a LaChapelle conscientes de que viajaban a lugares insospechados.
Y en los últimos meses LaChapelle ha vivido uno de los reconocimientos más importantes a esa transformación de su carrera con una exposición en la Lever House de Nueva York, en la que el fotógrafo presenta hasta el 30 de septiembre una visión muy diferente a la que todo el mundo esperaba con tres modos de utilizar la fotografía. LaChapelle ha decorado el espacio con guirnaldas y cadenetas realizadas con fotografías de desnudos que pretende ser una alegoría de las relaciones humanas y que confieren a la sala una aspecto de fiesta infantil. En las paredes acristadas destacan grandes composiciones circulares realizadas con pequeños adhesivos que recuerdan a los rosetones de las grandes catedrales. Y culmina su instalación con el collage Raft og Illusion, su versión de la obra The Raft of the Medusa (1818-1819) del pintor francés Théodore Géricault y para la que LaChapelle utilizó fotos de amigos y modelos.
Nadie dudaba de que LaChapelle era uno de los diez mejores fotógrafos del mundo, pero ahora supera el surrealismo pop que le hizo famoso para reconstruir al nuevo LaChapelle.