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fin del mandato

El Congreso cierra el telón con un 'sí' al impuesto de patrimonio

Rubalcaba se ausenta en el debate parlamentario de la iniciativa, pese a que fue él quien la solicitó al Gobierno

Paula de las Heras
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Se acabó lo que se daba. El pleno del Congreso cerró ayer sus puertas hasta la próxima legislatura con la aprobación del polémico decreto ley que recupera el impuesto de patrimonio. Lo hizo en una sesión falta de tono vital. Ni siquiera el autoproclamado autor de la medida, Alfredo Pérez Rubalcaba, se molestó en aparecer por el hemiciclo durante la discusión de la propuesta, que tuvo que ser defendida casi en solitario por la vicepresidenta primera del Gobierno, Elena Salgado.

Apenas medio centenar de diputados, de los 350 que componen la cámara baja, y tres ministros, la propia Salgado, el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez y el de Presidencia, Ramón Jáuregui, ocupaban a las nueve de la mañana sus escaños. El debate carecía de interés no ya porque las opiniones de todos los grupos parlamentarios sobre el reformulado gravamen fueran conocidas sino porque no había ninguna duda de que, aun con críticas unánimes al Ejecutivo, el decreto saldría adelante.

Nadie quería, a menos de dos meses para las elecciones generales, aparecer como el partido que defiende a los «ricos» y de ahí que incluso los partidos más recelosos, PP, CiU y PNV optaran por la abstención en lugar de por el voto en contra. Pero no hubo ni un solo portavoz que no reprochara al Gobierno que, en el último momento y con la legislatura en tiempo de descuento, haya decidido recuperar una tasa que suprimió en 2007, pese a los reproches de la izquierda, porque perjudicaba a las clases medias.

«Ahora -reprochó el portavoz de ERC, Joan Ridao- intentan ustedes pintar de rojo la maltrecha fachada socialista». No fue el único que acusó de electoralismo e incluso de populismo al Ejecutivo, ni el único en apuntar a Rubalcaba como mente pensante de lo que el portavoz del BNG, Francisco Jorquera, calificó como «colofón de una forma de gobernar basada en la improvisación». Prácticamente todos los portavoces, a un lado y otro del espectro político, coincidieron en que el impuesto de patrimonio es un mero 'parche' para un problema complejo: la falta de progresividad del sistema fiscal español. «Hace falta un auténtico debate sobre los impuestos -admitió el representante del PP, Cristóbal Montoro- pero no esto; el debate está en el IRPF, en Sociedades y en no subir el IVA como han hecho en esta legislatura». «Lo único que nos traen aquí es un guiño electoral planteado por el candidato de su partido», insistió.

Un impuesto «mejorable»

El aludido, que no estaba presente, optó por comparecer en una rueda de prensa posterior al pleno para decir lo que ya había dicho varias veces: que efectivamente el impuesto es «mejorable» y, por tanto, si gana las elecciones del 20 de noviembre, lo cambiará; que aún así permitirá recaudar 1.000 millones de euros aprovechables en la actual coyuntura económica; que solo tiene una vigencia de dos años, y que al fin y al cabo afectará como mucho a 160.000 contribuyentes que tienen un patrimonio superior a 700.000 euros, lo que significa que excluye a las clases medias.

Nada nuevo. Una forma de decir «tarde, pero aquí estoy». Rubalcaba, al menos, se presentó en el hemiciclo para el momento de las votaciones -todas las iniciativas se votan en bloque al final del pleno, en este caso, en torno a la una de la tarde-; Mariano Rajoy no hizo ni amago. El líder de la oposición optó por los novillos y se organizó una visita a Lorca (Murcia), la localidad afectada el pasado mes de mayo por un terremoto de graves consecuencias.

La razón por la cuál no quiso participar en el último pleno antes de la disolución de las Cortes es una incógnita que en su partido nadie quiso desvelar. En todo caso, la portavoz del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, cubrió su hueco con un gesto de cortesía y, cuando ya la cámara se vaciaba aprovechó para acercarse al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para una despedida cordial.