José Luis Rodríguez Zapatero no hará «mucha» campaña electoral. El presidente del Gobierno confirmó ayer que se mantendrá al margen de la estrategia que Alfredo Pérez Rubalcaba y su equipo preparan para los comicios del 20 de noviembre. Le toca, según su explicación, atender la marcha la economía en plena etapa de incertidumbre y con la crisis de la deuda soberana en un momento álgido.
«La campaña es cosa de los candidatos; yo tendré que estar pendiente de la estabilidad financiera», reflexionó en una charla informal con periodistas durante el acto celebrado en el Congreso para rendir homenaje al presidente de la República Manuel Azaña y al ex presidente del Gobierno Alfonso Suárez. Será la primera vez, desde que es secretario general del PSOE, que Zapatero no dará mítines a diestro y siniestro, una actividad que siempre disfrutó.
El jefe del Ejecutivo revistió la decisión de gesto de responsabilidad pero, al margen de que deba atender sus obligaciones, existe otro elemento que condicionará su bajo perfil en las elecciones más complicadas para el PSOE en la última década; Zapatero ya no suma; más bien resta. Su imagen está tan deteriorada, según admiten en la dirección socialista, que haría un flaco favor a su partido sobreexponiéndose.
La soledad del líder
El desgaste de Zapatero se coló también en la conversación con los periodistas que han seguido sus pasos en los últimos años. El jefe del Ejecutivo leyó un discurso durante el evento organizado por el presidente de la Cámara Baja, José Bono, en el que ensalzó la trayectoria de Azaña ySuárez y su manera de responder a los retos en coyunturas políticas y económicas de enorme dificultad. «Alguien dijo que quienes abren camino suelen ser figuras solitarias; lo arriesgan todo», señaló. ¿Hacía un paralelismo con su propia biografía? «¡Bajo ningún concepto!», exclamó.
Según él, con ser difícil, este momento dista mucho del que se vivió en la Transición y en la República. «A veces me sorprendéis con vuestras interpretaciones», ironizó. El juego que dio su frase sobre el «supervisor de nubes» aún le tiene anonadado.
