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Seis de los 16 cañones de Canalejas, en este caso, datados en el siglo XVIII. :: ANTONIO VÁZQUEZ
Sociedad

Testigos del asedio de Cádiz

Cultura presenta en Navantia los 16 cañones de Canalejas restaurados por el arqueólogo Antonio Ramos

ANA LEÑADOR
CÁDIZ.Actualizado:

Desde finales de mayo, los 16 cañones hallados en 2009 durante los trabajos de construcción del parquin de Canalejas, reposan restaurados en las instalaciones de Navantia en el astillero de Puerto Real. Tres meses le llevó al ingeniero técnico naval, economista y arqueólogo Antonio Ramos limpiar y consolidar estas piezas, que según afirmó ayer en la presentación oficial de las mismas, «fueron testigo del asedio francés a Cádiz en el bienio comprendido entre 1810 y 1812». Ubicados en su día en una de las zonas amuralladas de la ciudad, presumiblemente en el área donde se encontraron hace dos años, fueron «tirados a la playa» tras el derribo de las murallas a principios del siglo XX. «Aunque parezca algo horrible, entonces no se tenía la concepción del patrimonio histórico que se tiene hoy», explicaba ayer Ramos.

La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el Astillero de Navantia Puerto Real de Cádiz han colaborado durante estos dos años en la recuperación de los 16 cañones del siglo XVII y XVIII.

En un acto celebrado ayer en el astillero, el director general de Museos de Andalucía, Miguel Castellano, ante las preguntas de los medios, afirmó que «aún se desconoce dónde se ubicarán estos cañones ya que hay varios ofrecimientos para su exhibición», en concreto uno del Ayuntamiento de Cádiz, otro de la Comisión del Bicentenario de 1812 y otro de la propia área de Cultura del gobierno autonómico. No obstante, el responsable de los museos andaluces aseguró que para el Doce los ciudadanos ya podrán contemplarlos en su ubicación definitiva.

Desde su llegada a las instalaciones de Navantia, Ramos inició un tratamiento aplicado a este tipo de piezas de hierro, teniendo en cuenta que los cañones se habían hallado en el medio terrestre, y no en el acuático, como los del Puente Zuazo. Los trabajos de limpieza y consolidación también se realizaron en función del destino expositivo de las armas, que los responsables aseguran será al aire libre. Por ello, se les ha dotado de una capa de pintura resistente a los agentes atmosféricos, los golpes y los grafitis.

Para limpiarlos, Ramos inventó un «cincel neumático» que le permitía, manualmente, quitar las capas de concreciones y el material férrico adherido. Luego, chorros de agua a presión ayudaron a eliminar residuos y un decapado mecánico a hacer lo propio con los restos de óxido. Pese a que todo el interior de los tubos no se ha podido limpiar, entre el contenido eliminado destacan «trozos de cuero, vidrio, mucha arena y una lasca de sílex prehistórico». Además, en uno de los cañones hay «una especie de cilindro calcáreo incrustado» que aún no se ha podido determinar de qué se trata.

Un arma holandesa

Según el experto, los cañones, fabricados todavía de forma artesanal, pueden dividirse en grupos, ya que hay cuatro de 8 libras (se medían según el tipo de proyectil que podían alojar), seis de 12 libras, dos de 12 libras de mayor longitud y más antiguos, uno de 18 libras, dos de seis libras y el mejor datado, un arma de 8 libras de la segunda mitad del siglo XVII pero de procedencia holandesa en este caso, posiblemente de una de las naves hundidas a la Flota Angloholandesa que atacó Cádiz en 1625.

La cuestión ahora es dónde lucirán ya remozados, a lo que Ramos revelaba ayer que debería ser en una de las fortificaciones de la ciudad, ya que son los emplazamientos que más se asemejan a su lugar de origen.