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los lugares marcados

Ganas de feria

Josefa Parra
JerezActualizado:

Tengo que decir que yo también fui reacia, así, de entrada. ¿Cuál era la propuesta? ¿Una feria reducida, en la Alameda Vieja, en apenas cuatro días de septiembre (por cierto, parece el título de la novela de Caballero Bonald), sin albero, ni trajes de gitana, ni caballos? Eso me sonaba bien poco a Jerez. Para una verbena de pedanía, quizá valiera. Pero, ¿para Jerez-Jerez? Pues reconozco que me equivoqué. De pe a pa. No solamente ha funcionado, sino que nos hemos quedado con hambre de más. Que la feria es una droga más potente que cualquier otra, ha quedado probado. Solo había que ver la noche del pasado sábado el ambientazo de las veintiantas casetas. Vino, cerveza, rebujito, sevillanas y borderío fino. Una feria chiquita pero tan concurrida como la que más. Y unas ganas de pasarlo bien que cualquiera diría que no hace cuatro meses desde la del caballo, sino cuatro años.

Me reafirmo en algo que vengo diciendo toda la vida, pero en lo que siempre me contradice alguno: los jerezanos somos casetitas por naturaleza. No capillitas (que también hay algo de eso), sino casetitas. Vemos una portada de feria, un farolillo, un alumbrado, y los ojos nos hacen chiribitas. Nos falta tiempo para lanzarnos al bullicio y al desorden, al abrazo fácil, la risa desordenada y la copa de más. Al brindis y al jolgorio. ¿Quién dijo crisis? Crisis contra feria, qué batalla más desigual, conociendo la idiosincrasia jerezana… Por un fin de semana, por un día, por una noche al menos, los ánimos festivos se superponen a cualquier inconveniente. No habrá dinero (de hecho, no lo hay) pero ganas de feria… ganas de feria, sobran, desde luego. Y si no, que les pregunten a los caseteros…