Sociedad

LA INDUMENTARIA

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La manera de vestir, incluida la de vestir el cargo, siempre ha sido una señal de jerarquía. Los uniformes, que son los que más diferencian, contradiciendo su nombre, y los hábitos, que no siempre hacen al monje, son pistas de identificación. Hace como cuarenta años o cosa así que están desapareciendo, pero quedan huellas. Ahora casi todo el mundo se disfraza de pobre. Únicamente los que lo son de verdad no se ven obligados a simular nada. Jóvenes licenciados en filología visten harapos y abundan las personas que enmascaran su bienestar adquiriendo trajes que en otras épocas rechazaban los mendigos más escrupulosos. No es raro ver a una chica sinceramente guapa con visón y pantalones vaqueros. «Es la moda», se dice, pero Coco Chanel, que debía de saber algo de eso, definió muy bien estos pasajeros apegos, para que no hubiera confusiones: «Moda es lo que puede pasar de moda», dijo. Está claro que dormir, incluso soñar, no es una moda. Como tampoco comer, ni procurar hacerlo en más proporción que otros. Lo que ocurre es que ahora se está produciendo una reacción contra esta hipocresía de los que visten y calzan como menesterosos. A Helle Thorning-Schmidt, que será la primera mujer que preside un gobierno danés, se la critica porque «viste Gucci». No está mal visto tener dinero, sino que se note.

Triunfan las pasarelas. En la Cibeles Madrid FashionWeek, donde se homenajea al gran diseñador Jesús del Pozo, fallecido hace un mes, ya que la muerte nunca pasa de moda, desfilan anoréxicas agraciadas. Hay quien dice que la elegancia es cuestión de esqueleto, del mismo modo que la fotogenia depende de los pómulos. No sé. A ninguna de 'Las tres Gracias' les sería fácil encontrar un sujetador, pero hay cosas por partida doble que jamás pasarán de moda. Estas cuestiones indumentarias conviene seguirlas, pero no demasiado cerca. Distraen mucho, pero hay que dejar un poco de tiempo para cuidar también la línea interior.