Una montaña de oro
España se corona de nuevo como campeona de Europa tras doblegar a FranciaNavarro, MPV de la final, volvió a ser decisivo para guiar al resto de sus compañeros hacia un nuevo éxito
KAUNAS. Actualizado: GuardarOro. Por donde se mire, allá donde se dirija la vista, el color del metal más preciado acompaña a la selección española de baloncesto. Casi sería mejor aparcar el futbolístico 'La Roja' y tomar prestado de Argentina el rotundo calificativo de 'La Dorada'. La generación del 80 sigue empeñada en completar su década prodigiosa, en hacer historia, en interpretar la más bella partitura jamás gestada en la mente de un compositor. Campeones de Europa. Otra vez. Historia viva en el viejo continente. Como hace dos años en Polonia, con una hoja de ruta en la que lo mejor siempre estaba por llegar. El día en que Juan Carlos Navarro fue reconocido como emperador de la tierra llamada Europa su bastón de mando acabó por dirigir a la manada a los apacibles prados más allá de las nubes.
No fue Francia una pera en dulce, pero tampoco se sintió agobiado un equipo que, con su mecánica sin piezas de repuesto, se ha quedado sin rivales en el concierto internacional de tierra firme. Otra cosa será comprobar su eficacia el próximo año en los Juegos de Londres. Las redes sociales han echado humo estas tres semanas. Conforme avanzaba el tiempo, las propias estrellas de la canasta ajenas a la cita apuntaban a España como un bloque que podría competir sin rubor alguno en la NBA.
De hecho, el quinteto tipo que ha manejado Sergio Scariolo lleva prendido el logo con la silueta de Jerry West. Calderón, Rudy, Navarro -porque él no quiere, recordó su técnico- y los hermanos Gasol. No se trata de desprestigiar, obviar, olvidarse de nadie. Pero nunca los papeles habían estado mejor repartidos.
Con este quinteto enchufado, decidido a entrar en la historia, divirtiéndose sobre la pista y acertado, lo mejor que le puede esperar al rival de turno es una muerte digna. No fue una excepción la suerte que corrió la Francia monologuista en la que por mucho que se quiera incluir en el lote a segundos espadas, el maestro es único, solitario. Chapeau, monsieur Parker, pero la lucha de uno contra el mundo sólo triunfa en las fábulas. Si no, que se lo pregunten al macedonio más universal, Bo McCalebb.
La final no arrancó bien. Un par de pinceladas fuera del lienzo. Pérdida de Marc y triple fallado por Pau. Movimientos de incomodidad en los cuellos, como si la saliva no pasara por exceso de densidad. Arrancaba en paralelo la tortura física a la que Batum sometió, en vano, a Navarro. No se decidió por qué cable cortar y así le explotó en la cara una y otra vez la onda expansiva de una 'Bomba' colosal, demoledora.
Se presentó el de San Feliú en Kaunas decidido a ser el número uno. Sabía que si lo lograba, contando con la complicidad del resto de la orquesta, su nota alcanzaría el grado máximo en la escala. Eslovenia, Macedonia y Francia le han sufrido en sus carnes. Una barbaridad. Promedio de 29 puntos largos en esa tacada de partidos sin retorno. En los mismos en los que Pau Gasol, siempre en dobles figuras, tuvo que contentarse con hacerle la segunda voz. Eso sí, la pieza sonó angelical.
A Francia le ocurrió lo que se temía. Hiciera lo que hiciera encontraba respuesta. Si aceleraba, se topaba con un interior español. Si frenaba entraba en juego la intimidación. Y como los campeones en potencia cuentan con un plus de fortuna, nunca falta la canasta churro que vale su peso en oro. Marc Gasol tuvo la palabra con un triple inverosímil para establecer la primera renta importante (25-17). 'La Dorada' -usurpado el calificativo con permiso, concedido, argentino- no fallaba (5/6, 4/8 y 3/4) y había logrado ya cerrar su pintura, invadida en los primeros compases a ritmo de mate.
El quinteto ideal -sólo alterado este campeonato por la baja de Pau Gasol ante Turquía en la que fue solitaria derrota de España- llevaba camino de superar la decena de puntos. Y se aprovechó de la motivación de Ibaka el día de su 22 cumpleaños. El recién nacionalizado bajó el techo en el Kauno Arena. Uno, dos, tres, cuatro... y el quinto tapón cayeron ensartados cual cabezas de los jíbaros. Ante eso, Francia claudicó.
Medió una fea falta antideportiva de Rudy Fernández sobre Parker -una réplica de aquella famosa enganchada de McHale a Rambis en una jugada de las finales NBA Lakers-Celtics de 1984- que supuso el último apunte emocional en la gráfica gala. Pero la bola seguía encelada con el diámetro naranja marcado en la canasta tricolor. Los 'bleus' acabaron pálidos, como la indumentaria española.
La segunda mitad fue un ejercicio de control. Sada y Llull, tras un golpe recibido por Ricky, fueron partícipes del festín con apuntes notables a la hora de colocarle barricadas a Tony Parker. Incómoda, la estrella de los Spurs acabó viéndose sola ante el pelotón. El resto había desertado. A lo sumo asomaban la cabeza tímidamente para constatar que continuaba la lluvia de plomo. Derrotados.
Fue una lucha contra el reloj furtiva, desechable, en vano. España ya se veía en el podio que acabó coronando con Navarro, héroe nacional y MVP del torneo, cediendo la foto para la posteridad a Felipe Reyes como receptor del trofeo. Campeones de Europa dos años consecutivos. Una generación de oro.