Sociedad

«Muchos cambiarían su Goya por mis 25 años de carrera»

José Coronado Actor

SAN SEBASTIÁN. Actualizado: Guardar
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«Lo peor». Así le definió Enrique Urbizu a José Coronado su personaje de 'No habrá paz para los malvados', un despojo humano con placa de policía que, sin pretenderlo, se encuentra en mitad de una trama de terrorismo islámico. Letal como 'Harry, el Sucio', racial como nuestro 'Torrente', el personaje de Santos Trinidad puede brindarle a Coronado (Madrid, 1957) un premio de interpretación que reivindique de una vez por todas su talento. El actor fue jurado el año pasado en San Sebastián. Por eso no las tiene todas consigo. «Los premios son injustos, lo he visto en los Goya. El jurado hace un mercadillo: 'Te cambio este premio por otro...'. Bah, a lo mejor hay un chino que ha hecho un trabajo fantástico».

- Santos Trinidad da miedo casi desde su nombre.

- Hablan más los silencios y las miradas que su verbo. Ya había trabajado esa contención en mis dos trabajos previos con Enrique, 'La caja 507' y 'La vida mancha'. Es un tipo que vive en el infierno y se odia a sí mismo y al mundo. Comienza la película borracho y cargándose a tres. Y encima queremos que el espectador nos acompañe durante dos horas.

- Y que le salgan las cosas bien.

- Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta. El demonio que todos llevamos dentro. El azar es otro protagonista. Santos fue un buen policía, formó parte de las brigadas de élite. Tiene un anillo que indica que estuvo casado... Su pasado no se explica ni importa. Algo le hizo pasarse al lado oscuro. Y cuando se encuentra con el agua al cuello saca al buen policía y se convierte en salvador.

- Usted ya había andado entre policías para preparar otros personajes.

- Son buena gente, realizan una labor impresionante. También es el gremio con más indice de divorcios, ellos no acaban a las ocho y se van a cenar. Sus compañeros de viaje son prostitutas, camellos, trileros, narcotraficantes... Están todo el día con escoria, y eso es difícil de llevar. También hay incompetentes, que son los que más daño hacen. Inútiles que pueden hacer que estallen bombas en cualquier sitio.

- ¿Hay más divorcios entre policías que entre actores?

- Sin duda. Los actores nos divorciamos por otros motivos. Trabajamos con la piel, con las emociones. Nos están poniendo tentaciones continuamente. Es una vida mucho más terrible la del policía.

- Engordó 7 kilos para el personaje, participó en redadas, anduvo en coches patrulla... ¿De verdad hace falta todo eso?

- Cuando hice de bombero me pasé dos meses con ellos y entré en fuegos. Así entiendes lo que llevan por dentro, cargas al actor de cosas que no se ven pero que te sirven para entender el objetivo de la vida de otros. Es un privilegio, porque te enriqueces como persona.

- ¿Ha conocido a compañeros que han cometido estupideces en nombre del Método?

- Muchos. '¿Por qué no piensas en tu madre muriéndose?'. Vamos a ver, ¿tengo que llorar yo o el espectador? Dame un poco de colirio para que se me caiga la lagrimita... El Método Stanislavski es uno de los veinte métodos que he estudiado. El que más he usado es la suerte de haber empezado tarde en esta profesión, a los 29 años, y haber tenido mucha vida antes. Cuando Ricardo Franco me eligió para 'Berlín Blues' le decían cómo había podido escogerme. 'Porque sabe mirar a una mujer', contestaba. Yo tengo la universidad de la vida, no me hace falta hacer la gallina.

- ¿'No habrá paz...' es la película de la que se siente más orgulloso?

- Sí. Cumplo mis bodas de plata en la profesión. Y lo que siento con ella no lo he sentido con las cuarenta anteriores. Lo noto por vosotros. Estoy que no me lo creo.

- ¿Piensa en premios?

- Quiero evitarlo porque los premios son muy injustos. No hay mayor premio que el trabajo continuado. Muchos con un Goya en la chimenea se cambiarían por mis veinticinco años de carrera. A mí me gusta levantarme por la mañana y ponerme el casco para ir a trabajar.

Teatro y televisión

- Acaba de representar en los escenarios 'Oleanna', de David Mamet, una crítica a la corrección política de estos tiempos.

- A mí la corrección política me la trae al pairo. Y la corrección social. Yo me dije que había que darle a todo para formarse, un actor del siglo XXI tiene que hacer cine, teatro y televisión. Yo he doblado videojuegos, hecho publicidad... Tienes que ser un producto mediático.

- Antes de ser actor fue un culo inquieto: estudió Medicina y Derecho, tuvo restaurantes y agencias de modelos...

- De los 20 a los 30 viví a tope la canallada de la noche, me la he devorado y la conozco perfectamente. Aquellos años son mi mayor apoyo. Yo no soy un Marlon Brando, no llego y lleno la pantalla. He tenido que currármelo en mi universidad actoral. Hasta los doce años de profesión no me consideré actor.

- La semana pasada le veíamos en 'Cheers'.

- La televisión es importante, es lo que hace que el espectador quiera verte y el productor puje por ti y te pague mejor. Pero no hay tiempo para nada de calidad. Salí en 'Cheers' porque soy amigo de Resines y Alberto San Juan. Me dieron el texto al llegar, casi sin tiempo de memorizarlo. Y ahí te ve más gente que en el mejor de los peliculones.

- ¿Le han hecho ofertas de programas rosas?

- Hay que ir con cuidado tal como está el patio. Yo me siento terriblemente respetado, pero porque he sabido ganarme ese respeto. Hace 25 años se podía hablar, no te sacaban cosas de contexto. Hoy hay tantos medios que se basan en el humor y la zancadilla que resulta peligroso. Yo quiero preservar mi intimidad porque soy actor, cuanto más misterio me envuelva, mejor. Una vez me encontré con Robert de Niro en un restaurante, y no quise ni acercarme porque no me importa con quién se acuesta. Yo hablo con el diablo donde sea, pero de mi trabajo. Si picas una vez, ya perteneces al circo.

- ¿Esas lecciones se las enseña a su hijo actor, Nicolás?

- Mi hijo es mucho más inteligente que yo. Él ha visto el tema desde niño, me da lecciones de madurez.