Un indulto y todos a hombros
Víctor Janeiro realiza una gran faena a 'Humorista', de la ganadería de El torero, al que se le perdona la vida Gran tarde en el coso ubriqueño pese a la escasa afluencia de público
UBRIQUE.Actualizado:Ataviado a la elegante usanza dieciochesca que, en términos taurinos, se define como a la federica, se presentó el rejoneador lusitano Joao Moura en el primer acto del espectáculo. Prendió dos rejones de castigo sin excesivas apreturas a un enemigo que demostró escaso celo, ya de salida, y que nunca puso demasiado interés en la persecución del objetivo equino. Dejó llegar mucho al toro en banderillas, tercio en el que ejecutó con pulcritud las suertes y evidenció su gran capacidad como jinete. Aunque despachara a su oponente al tercer intento, se le concedió la oreja.
Luego, aprovecharía la mayor bravura y movilidad del cuarto de la suelta para mostrar su calidad rejoneadora en un lucido tercio de banderillas, en el que llevó al astado muy toreado a dos pistas y clavó con extrema precisión y óptima colocación una sucesión encadenada de rehiletes. Conectó con facilidad con unos tendidos que le solicitaron el doble trofeo, a pesar de que el rejón de muerte resultara algo trasero y contrario de colocación.
La actitud huidiza del terciado castaño que hizo segundo, impidió a Víctor Janeiro estirarse con relajo en su saludo capotero. Sí encontró el lucimiento en un quite, en el que dibujó dos templadas verónicas y una media ceñida. Unos toreros y dominadores pases por bajo, con la pierna flexionada, sirvieron para detener al burel y fijarlo en la franela. Víctor presentó batalla en los medios, donde estampó tres series consecutivas de acelerados derechazos, que el toro tomó con largura y extrema nobleza. Tras un intento fallido de toreo al natural, se deshizo de su enemigo con una estocada algo tendida.
Brillante resultó la labor del ubriqueño en los lances de capa con los que recibió al noble y repetidor quinto, así como en el quite por verónicas que trazó después de que el animal recibiera un duro castigo en varas. Muleta en mano, Víctor Janeiro entendió muy bien las favorables condiciones de la res, acertó con las distancias adecuadas en los cites y dejó patente que es torero poseedor de un temple y de una calidad que bien merecerían oportunidades en cosos de mayor abolengo. Realizó una faena maciza con profusión de momentos repletos de brillantez. Fueron tantas las tandas y de tanta profundidad que el torero ejecutó, y que el toro aceptó con progresiva prontitud y fijeza, que el público solicitó su indulto. Y el presidente, sin hacerse mucho de rogar,lo concedió. Excesivo reconocimiento para un toro que derrochó nobleza tras los engaños pero al que le faltó la casta y agresividad necesarias para erigirse en merecedor del superlativo premio.
Se cumple ahora un año desde que Sandra Moscoso tomara la alternativa en esta misma plaza. Idéntico tiempo que ha tardado la jerezana en volver a vestirse de luces. Su primer oponente presentó una embestida corta y de escas humillación y, a pesar de recibir dos contundentes puyazos, mostró una permanente aspereza, con la cara alta y siempre engallado. Condicionantes que deparaban cierta sensación de incertidumbre en torno a su posible juego en el último tercio. Pero Sandra se mantuvo muy serena ante él, lo dobló por bajo y consiguió después derechazos y naturales ligados de mucho mérito. Tanto en este como en el sexto dejó patente que el manejo de los aceros no constituye precisamente el fuerte de su tauromaquia. Necesitó de continuados intentos para desprenderse de sus enemigos, lo cual no constituyó óbice para que le concedieran las dos orejas del sexto, un animal de extrema boyantía, pero muy soso y apagado. Ejemplar ante el que Sandra derrochó arrojo y decisión y con el que compuso algunos pasajes inspirados en el trasteo.