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Editorial

Sigue la división

La UE trata de sanear los bancos, pero se agudiza el bloqueo al salvamento de Grecia

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La reunión de los ministros de Finanzas de la Eurozona celebrada en Polonia ha sido un fiasco sin paliativos. Ha fracasado el acercamiento entre la UE y los EE UU, y la visita del secretario del Tesoro Geithner se ha zanjado con un desdeñoso desaire; se ha mostrado al mundo la desunión; no se han resuelto las resistencias de Finlandia y Austria al salvamento de Grecia y, lo que es más grave, se ha aplazado una vez más el calendario de este segundo rescate de la economía helena. Quizá por ello, y para dar sensación de actividad e iniciativa, los diecisiete han lanzado el mensaje inconcreto de que urge sanear los bancos más expuestos a la deuda de los países con problemas. El Eurogrupo ha desempolvado la propuesta adoptada por la Comisión Europea tras la realización de los test de esfuerzo a la banca el pasado julio: dar un plazo de entre seis y nueve meses para que el sector financiero plantee fusiones, reestructuraciones y otros mecanismos con el objetivo de sanear sus cuentas. Se trata de que el propio sector financiero resuelva internamente sus problemas y si en algún caso ello no es posible, cada país pondrá en marcha sus propios instrumentos (el FROB en el caso español). La pretensión de los ministros de Finanzas es que poco a poco los bancos europeos vayan incrementando su capital, hasta llegar a los requisitos de Basilea III (el acuerdo obtenido el septiembre de 2010 que forzará a los bancos a elevar hasta el 7% su capital de calidad para poder resistir sacudidas financieras sin ayuda estatal). Salgado, por su parte, ha aclarado que esta recomendación de «carácter general» no afecta a la banca española, ya saneada y que a su juicio no necesita más capital. A primeros de septiembre, la directora gerente del FMI, Lagarde, alertó del riesgo de una nueva recesión. La «solución» que la impediría requeriría que los países más afectados apliquen medidas neoliberales, que recorten la inversión social y que se «eleve el capital para los bancos», principales responsables de la actual crisis. Finalmente, Europa, desorientada, ha optado una vez más por seguir el consejo.