Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
análisis

Palestina, la ONU y los calendarios

ENRIQUE VÁZQUEZ
MADRIDActualizado:

Por fin, y tras una larga – y deliberada – vaguedad al respecto, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, anunció el viernes que presentará el día 23 su petición para que Palestina sea un miembro a parte entera de las Naciones Unidas y que lo hará vía Consejo de Seguridad.

Esto, que parece natural en cuanto que es el procedimiento ordinario, encierra consideraciones políticas, diplomáticas y de calendario de gran calado y, a día de hoy de modo principal, una decisión inesperada: chocar frontalmente con los Estados Unidos, que anunciaron hace tiempo que vetarán la propuesta en el Consejo de Seguridad… con lo que, como se verá, se quedarán casi literalmente solos en el mundo.

En efecto, hay un consenso internacional estable sobre que el mínimo que la causa palestina puede aceptar es lo propuesto: un estado soberano con las fronteras del cuatro de junio de 1967 y Jerusalén-este como su capital. El propio Obama, en su discurso de mayo, que tanto disgustó en Israel, dijo claramente, y por vez primera, que él entiende que las fronteras del 67 deben ser la base del arreglo territorial (que se completaría con un programa de intercambio de territorios acordado y que los palestinos aceptan).

Presidente… y candidato

Un lector no muy al tanto puede preguntarse legítimamente que si tal es el criterio del presidente de los Estados Unidos por qué su gobierno vetará lo que, por otra parte, no es sino la aceptación de Palestina como un Estado más lo que, de facto, además es un hecho y el gobierno de Ramallah tiene relaciones con casi todo el mundo, de un modo u otro y con distintos niveles (en Europa, con pocas excepciones, muy elevados).

La explicación es conocida: el Congreso (Senado más cámara de diputados) de los Estados Unidos es abrumadoramente pro-sionista y el sentimiento popular (aunque con lenta y sostenida variación en contra), muy pro-israelí también. Así pues, el presidente Obama cede ante el candidato Obama. Como dijo él mismo, no hace falta tener al lado a Rahm Emanuel (su antiguo jefe de gabinete, judío y perspicaz asesor) para saber que ahora no es momento de indisponerse con nadie).

Se podría argüir que los palestinos saben todo esto de sobra y, por tanto, podrían haber esperado a la (eventual y en modo alguno segura) reelección para esperar que un presidente sin ataduras pre-electorales tomara la decisión correcta. Porque, según una opinión casi universal, aceptar a Palestina en la ONU con un estatus de miembro de pleno derecho sería lo razonable y, desde luego, lo coherente y lo justo. Nótese que los palestinos recibirían con su fórmula el 22 por ciento de la Palestina histórica, la del Mandato británico repartido en 1947 y que entonces les atribuía casi la mitad.

La tempestad en ciernes

Así pues, la pregunta del día es por qué los palestinos han optado por la confrontación diplomática. La respuesta acepta distintas hipótesis y se nutre de argumentos varios, entre ellos la absoluta falta de resultados con las previsiones de los “Acuerdos de Oslo” firmados por Arafat en 1993, que no han podido ni siquiera detener la colonización judía, la mejora sustancial de la causa palestina entre la opinión internacional con el fin del terrorismo y la creación de las instituciones interinas en Cisjordania y, a día de hoy, la primavera árabe y la emergencia de Turquía como un actor adicional de peso.

Hay, además, un argumento formalmente solo técnico: descontado el veto norteamericano que – hay que insistir en esto – dejará a Washington en una indeseable soledad internacional, se puede acudir a la Asamblea General, donde no hay derecho de veto para nadie y que puede dar a Palestina un estatuto menor, con derechos políticos limitados, pero suficiente para ser un Estado-observador con capacidad jurídica para actuar en los foros internacionales, una especie de Vaticano, se ha dicho con un ejemplo que, sin ser exacto del todo, lo recuerda mucho.

Cambios de fondo

En esa condición estatal se produciría un hecho jurídica y políticamente grave para Israel: la tierra palestina ocupada y parcialmente colonizada no sería ya un territorio en disputa, sino un Estado ocupado militarmente por otro, una situación moral y política insostenible. Además, Palestina podría recurrir al Tribunal Penal Internacional para denunciar a Israel y presentar una lista negra de militares y funcionarios a cargo de la ocupación y la represión…

Washington sabe todo esto, pero no tiene el calendario adecuado para evitarlo y solo podrá ganar algún tiempo y ver de demorar un poco el proceso, que tiene imperativos administrativos. Por lo demás, su argumento – que es el de Israel – de que su oposición se basa en que cree que el Estado no puede ser creado por la Asamblea General de la ONU, sino a través de la negociación entre las partes se sostiene mal: Israel fue creado por la resolución 181 de las Naciones Unidas en 1947 y el último estado creado en el mundo, el de Kosovo, lo fue por el impulso norteamericano, basado en consideraciones militares y de seguridad y al que muchos grandes países del mundo no han querido reconocer.

Palestina no es Kosovo y tiene en la Asamblea General ganado de antemano su reconocimiento…