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REVUELTAS EN EGIPTO

Califa Erdogan

El vendaval de la 'primavera árabe' ha impulsado al líder turco como campeón del mundo musulmán y artífice de un modelo de país islámico y democrático

MIGUEL SALVATIERRA
MADRIDActualizado:

En medio del vendaval de cambios que agita al mundo árabe, la figura del primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, ha irrumpido con claras aspiraciones de liderar el mundo islámico en una suerte de neocalifato otomano. No se trata de volver al gran imperio turco que en su máximo esplendor, en los siglos XVI y XVII, se extendía por tres continentes convertido en el centro del Islam. Adaptado a los nuevos tiempos, el proyecto de Erdogan trata de exportar el 'modelo turco' e implantar un liderazgo político y económico en los países de sus antiguos territorios.

Tras casi una década de política exterior regida por el lema "cero problemas con los vecinos", la diplomacia turca ha cambiado el registro. Primero se produjo un fuerte deterioro de las relaciones con Israel, con quien había mantenido buenos vínculos y mediado en el conflicto con Siria. La operación Plomo Fundido en Gaza en 2008-2009 y el ataque por parte del Ejército judío el 31 de mayo de 2010 a la Flotilla de la Libertad, que pretendía romper el bloqueo de la franja palestina, en el que murieron nueve ciudadanos turcos, han sido los factores de una fractura que no ha dejado de crecer.

Líder popular en el mundo árabe

Pero ha sido la 'primavera árabe' y las transformaciones desencadenadas en la región lo que ha activado definitivamente la acción exterior de Turquía y ha proyectado a Erdogan, sin ser árabe, como campeón islámico en las dos causas más populares del mundo musulmán: el derrocamiento de los líderes corruptos y la lucha del pueblo palestino.

Un estudio elaborado por la fundación Tesev en Egipto, Jordania, territorios palestinos, Arabia Saudí, Siria, Irak e Irán ya avanzaba en 2010 que un 85% de la población tenía una opinión favorable o totalmente favorable hacia Turquía. El modelo turco se ha hecho acreedor de una gran admiración en el mundo árabe que ve también cómo un islamismo moderado es capaz de adaptarse sin problemas al funcionamiento democrático e impulsar el progreso económico, incluso en tiempos de grave crisis como la actual. Con las conversaciones para la adhesión a la UE atascadas, Ankara se ha volcado hacia Oriente, con crecientes exportaciones a los países árabes e Irán y un proyecto para establecer un área de libre comercio. Un gobierno islamista que además ha mantenido al país en el seno de la OTAN y la importante base militar estadounidense en Incirlik, imprescindible para intervenciones como la de Irak o Libia.

Los avances políticos y económicos no ocultan que Turquía se encuentra en el camino de una consolidación democrática y modernización social en las que aún queda mucho trecho por recorrer. Todavía son muy mejorables los estándares de calidad de vida, de libertad de expresión, de respeto a los derechos humanos y del imperio de la ley. Sin embargo, muchas de las pautas seguidas por Turquía, como la igualdad de hombres y mujeres en el ámbito legal o la misma experiencia democratizadora, pueden ser referentes muy positivos para la región.

Pragmático y flexible

Por muy incendiarias que sean las soflamas contra Israel o a favor de las revueltas árabes, el líder turco ha dado sobradas muestras de flexibilidad y pragmatismo. En Egipto esta semana, no puso reparos a renunciar a la prevista visita a Gaza y el apoyo al Movimiento Verde contra Ahmadineyad en Irán ha brillado por su ausencia. También recibió con buen talante el no alcanzar la mayoría suficiente para imponer unilateralmente la nueva Constitución. El texto que deberá redactar el Parlamento recién elegido deberá someterse a saludables equilibrios y contrapesos con otros partidos y ser sometida a referéndum. En cualquier caso, Erdogan revalidó en las urnas un tercer mandato consecutivo y, aunque no se podrá presentar a un cuarto mandato, aspira a que el nuevo texto constitucional sea de corte presidencialista y postularse como candidato a jefe del Estado para ejercer un fuerte poder ejecutivo hasta el 2023.

Nuevo Califa o no, lo cierto es que Turquía bajo Erdogan está destinada a jugar un papel creciente en el desarrollo de los acontecimientos en Oriente Próximo y en las relaciones de los países del área con Occidente. El país clave que ya es ahora como encrucijada de tres continentes puede serlo aún mucho más ante la perspectiva de los acontecimientos que se precipitan en el mundo árabe. Unos cambios profundos que previsiblemente afectarán a las relaciones con Europa y al proceso de adhesión.