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Jugadores de España celebran el pase a la final del Europeo, que se jugará mañana. :: EPA
Deportes/Baloncesto

La escopeta nacional

Navarro cuelga los aros olímpicos a España y la mete en la gran final del Eurobasket

J. M. CORTIZAS ENVIADO ESPECIAL
KAUNAS.Actualizado:

Le llueven los elogios y hasta cierto punto pecan de injustos al monopolizar los méritos de un equipo que se jacta del manejo coral del juego y la convivencia. Pero el premio es lo suficientemente gordo para airearlo. España es olímpica. Será una de las doce que competirán en Londres. El principal culpable, desde la llegada del torneo a Kaunas, es Juan Carlos Navarro. Vive en una nube, en un momento dulce que hace que el tiempo se detenga, desaparezcan sus rivales y la bola naranja y amarilla le obedezca sin rechistar.

Para España es una suerte de escopeta nacional, la que no falla en los momentos vitales, cuando la pieza a cobrar cruza ante el punto de mira. De él es el mérito individual que celebra el resto de la selección. Los gritos con los que concluyó la semifinal ante Macedonia en el Kaunio Arena eran hasta necesarios. «MVP, MVP», se desgañitaban los cientos de seguidores de 'La Roja' tras superar, eso también, una primera parte de la travesía con inestabilidad y oleaje junto a las hipotéticas costas de Skopje. Le falta salida al mar a Macedonia. Y a todas las selecciones presentes en Lituania un antídoto contra 'La Bomba'. Tal ha sido su incidencia ante Eslovenia y Macedonia que le birló el brillo a su jefe de filas, el mismísimo Pau Gasol.

El pívot de los Lakers cerró los cuartos de final con 19 puntos y 16 rebotes. Pero Navarro se fue hasta los 26 puntos, acumulando 17 de ellos en el tercer cuarto para romper el partido. Ayer más. El mayor de los Gasol, por momentos herido y rabioso, cerró su balance con 22+17. Pecata minuta comparada con la actuación del de San Feliú, de nuevo, en el tercer acto. Clavó a Macedonia en el parqué con 19 puntos, dos más que los sumados por los balcánicos en el mismo lapso. Una barbaridad. Y eso que estrenó el parcial con sendos fallos de bandejas al culminar contragolpes por ir más pendiente de los retrovisores que de la canasta. Como para no perdonárselo.

Con esa entrada en trance, el barcelonés desatascó a España. Hasta el tercer cuarto, el partido en absoluto respondía a lo esperado. Sí a lo apuntado como posible, dado que es de justicia reconocer lo mucho que hace con los mimbres que tiene el equipo de Bo McCalebb. Porque es el de Luisiana su motor, su vida, su razón para seguir confiando en un hecho tan insólito como que sea esa pequeña nación la única entre las diseccionadas de la antigua Yugoslavia con posibilidades aún de desfilar en el O2 londinense, toda vez que es seguro que no lo harán Serbia, Croacia, Bosnia, Montenegro y Eslovenia.

El sueño del modesto

No es que cundiera el desánimo, pero agobiaba comprobar que la tropa de McCalebb se mantenía en el partido cuando este era por momentos un correcalles, para nada limitado a posesiones interminables y bajas revoluciones, como se podía adivinar. En el trayecto, momentos, pinceladas. Asistencias mágicas de Marc Gasol a Ibaka, doble de Pau desde que cobró su segunda personal. El primer triple de Ricky Rubio en el campeonato (llevaba 0 de 12). El mayor de los Gasol, de nuevo en pista, mostrando su calidad de rematador, como le define Scariolo, aunque se dejara muchas balas sin detonar (8 de 19 en canastas de dos). El lastre era la defensa, mejor dicho la inexistencia de freno a las fechorías macedonias. Ningún robo al descanso. Señal inequívoca de que había que meterse más en el barro.

El sueño del modesto se esfumó con la labor de zapa de Rubio y Llull, excepcionales roedores del queso macedonio, y la activación de Navarro. Un marciano llegado de una galaxia inhabitada. Solo él tiene cabida en ella. Sus puntos desembocaron en una entrega perfecta del testigo que recogieron los pívots en la recta final. 13 puntos compartidos por los Gasol e Ibaka para bajar el telón, saludar al patio de butacas, dirigir la mirada a los palcos y retirarse para preparar la última función. Se quedó varado McCalebb no sin antes soltar todo su veneno. Canastas inverosímiles, poniendo en solfa la fuerza de la gravedad. Pero Antic también quiso morir matando. Ilievski ya había dado todo cuanto tenía.

Misión cumplida. España olímpica. Queda la guinda dominical del baño dorado. Será, paradójicamente, el primer partido, diez después de arrancar esta hermosa historia lituana, que jugarán los de Scariolo sin presión después de haberse ganado el jornal. No pueden fallar.