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los lugares marcados

Con cara de otoño

Josefa Parra
JerezActualizado:

Era irremediable. Ya se nos ha puesto a todos cara de otoño. Septiembre nos la coloca, con la rebeca de media tarde, el escalofrío de la sombra, la vendimia y la vuelta al cole. Los niños de antes hallábamos el único consuelo para el final del verano en la papelería del barrio, recién aprovisionada de gomas de nata, lápices Alpino, estuches surtidos y cartapacios de anillas. O en aquella librería de Manolo (que debía de tener algún tipo de monopolio adquirido, a juzgar por las colas que se formaban a su puerta) donde se apilaban las cartillas, los libros del curso y los forros de plástico, con su olor a novedad.

Ahora, los hipermercados, a pesar de los carteles multicolores y las frases llamativas, carecen del misterio de las antiguas papelerías. Y la vuelta al cole se adelanta tantas semanas, que se vuelve concepto gastado y anodino, de nulo interés para padres e infantes.

Pero este curso, la cara de otoño se nos ha puesto por otros motivos más serios. Con los recortes que disponen o con los que amenazan algunas comunidades españolas (de momento, cinco, pero quién sabe hasta dónde llegaremos), el panorama no pinta halagüeño para nadie, ni alumnado, ni familia, ni profesorado. Parece que en este país no nos queremos enterar de la importancia de la educación en la creación de un futuro aceptable. Sin esa base, cualquier sociedad, estado, comunidad, están abocados al derrumbe. Sin una enseñanza pública de calidad, sin un mimo especial por nuestros estudiantes y quienes han de instruirlos, sin un presupuesto suficiente para ello, los pies de nuestro país (los de cualquier país) se asentarán sobre el barro. Puede que un día salgamos de la crisis económica, pero de este modo nunca saldremos de la crisis educativa. Y eso sí que es grave.