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«Solo me mojé los labios con cava»
Ortega Cano niega ante el juez haber bebido y circulado con exceso de velocidad la noche del accidente mortal. «Tuvo que ocurrirme algo, como un vahído»
Actualizado: GuardarNi el alcohol, ni la alta velocidad. José Ortega Cano ha vuelto a jurar «por sus hijos» -esta vez ante el juez- que la noche del accidente de tráfico en el que murió Carlos Parra no conducía bebido. Tan solo, «me mojé los labios con una copa de cava», declaró ayer en el Juzgado de Instrucción número 9 de Sevilla, según la versión ofrecida después por su abogado, Jesús Zapatero. Está imputado por homicidio imprudente y por dos delitos contra la seguridad vial -conducción temeraria e ingesta de alcohol al volante-.
El diestro ofreció diferentes y contradictorias versiones sobre si bebió o no alcohol antes de coger el coche en dirección a su finca Yerbabuena. «No tomé nada en todo el día», «tomé menos de media copa» o «en absoluto tomé alcohol antes de la conducción», son algunas de las frases que se incluyen en la declaración judicial.
Los datos periciales que se van conociendo del sumario hablan de que casi triplicaba el máximo permitido. El informe fija su tasa de alcohol en sangre en el momento del siniestro en 1,26 gramos, cuando el límite está en 0,50. Respecto a su conducción temeraria, «segundos antes del accidente tuvo que ocurrirme algo, como un vahído», alegó ayer para tratar de explicar el choque mortal, causado al parecer porque el todoterreno de Ortega Cano invadió el carril contrario.
El torero llegó a las dependencias judiciales pocos minutos antes de las 10 de la mañana. Un «poquito nervioso» salió del turismo azul oscuro de alta gama, ayudado por uno de sus empleados. Junto al ganadero, su hermano Francisco y su hijo Fernando José, que empujó la silla de ruedas en la que está postrado desde ese fatal 28 mayo. Hasta el 11 de julio no salió del hospital.
Ayer le esperaba una multitud de medios, entre los que se mueve tan bien, y a los que regaló una de esas frase lapidarias que tanto le gustan: «Que sea lo que Dios quiera y lo que las leyes dictaminen».
Una vez dentro, no solo tuvo que defenderse ante las acusaciones de ponerse al volante en estado de embriaguez, sino también de las pruebas que aseguran que conducía a 125 km/h, 35 más de los permitidos en el tramo de la carretera entre Castilblanco de los Arroyos y Burguillos (Sevilla). El matador de toros afirmó que circulaba dentro de las normas y que, pese haber confesado con anterioridad que «iba un poquito lanzado», en ningún momento rebasó los 80 km/h.
De nuevo, contradicciones. Varios conductores llamaron esa noche a los servicios del 112, alertados por un vehículo que transitaba a gran velocidad, invadiendo el carril contrario. El diestro solo corroboró ayer uno de los datos ofrecidos por esos testigos, según el cual adelantó en un paso de cebra. Aunque aclaró que lo hizo porque el coche que le precedía se había detenido. Solo queda por comparecer ante el juez el hombre que manifestó que minutos antes de la colisión entre Ortega Cano y Parra, el viudo de Rocío Jurado le había adelantado a una velocidad «excesiva» y sin respetar la línea continua. Lo hará el próximo lunes.
«¡Asesino!»
Tras dos horas de declaración ante el magistrado y los seis abogados personados -el suyo, tres representantes de compañías de seguros implicadas y dos letrados de la defensa-, Ortega Cano no quiso hablar fuera de lo que había hablado dentro. «He dicho todo lo que tenía que decir», zanjó a la nube de cámaras.
La salida de los juzgados hispalenses nada tuvo que ver con la de su salida del hospital. En aquella ocasión decenas de personas se acercaron para darle muestras de cariño. Ayer le recibieron con gritos: «¡Asesino!» , «matador de hombres». Cabizbajo y aún más hundido, desapareció en el coche.
El fiscal de seguridad vial de Sevilla, Luis Carlos Rodríguez León, que asistió ayer a la declaración, no va a pedir ninguna medida preventiva al diestro, como podría ser su ingreso en prisión o una fianza. El próximo miércoles será operado del colon en el hospital Virgen de la Macarena de Sevilla. Otra secuela del accidente.