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Cada viernes, a dormir a la caja

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Zeli Ferreira Rossi, jubilado brasileño de 60 años y vecino de Governador Valadares, en Minas Gerais, hizo un pacto con un amigo del alma. Quien primero muriera, le regalaría al otro el ataúd. Hace cosa de 30 años, al señor Ferreira le atropelló un coche. Al colega, que vivía entonces en Espírito Santo, le llegó el rumor de que había muerto y cumplió su promesa: un flamante féretro. Pero Ferreira Rossi seguía vivito y coleando. Sin embargo, tres años después, su amigo murió en una pelea de bar y el señor Ferreira Rossi, lejos de aprovechar la vieja caja, regaló al difunto un ataúd a estrenar. El asesino no pudo ser detenido, así que al señor Ferreira no se le ocurrió mejor cosa que prometer dormir en el viejo féretro todos los viernes del año hasta su captura. Parece ser que le cogió gusto a la cosa porque, una vez arrestado el homicida, el viejo Ferreira regresa con puntualidad de murciélago a su acogedora caja, lugar que abandona cada sábado a las seis de la mañana, cuando su mujer, Cleusa, encargada de cerrarle la tapa, le despierta con amorosa aplicación.