Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Fútbol | PRIMERA DIVISIÓN

Dos minutos lo cambian todo

El Barcelona malgastó en la segunda parte la ventaja conseguida en la primera y sufrió una cura de humildad en Anoeta

Ander Carazo
SAN SEBASTIÁNActualizado:

Dos minutos pueden ser efímeros e inapreciables o pueden servir para cambiar el devenir de un encuentro. En apenas 120 segundos, el Barcelona fue capaz de hacerse de forma momentánea con el partido contra la Real Sociedad y de perderlo definitivamente.

La afición de Anoeta soñaba con un triunfo, como el de la pasada temporada, pero el empate a dos final supo a victoria.

Cuando todo el mundo pensaba que los 'culés' eran imbatibles, los 'txuriurdines' demostraron que la actitud es un factor determinante contra los azulgranas. Pese a malgastar casi 45 minutos y no controlar en ningún momento el partido, la Real fue capaz de dar la campanada y sumar un punto a su casillero.

Pep Guardiola tenía miedo de que sus jugadores se contagiasen del llamado 'virus Fifa', y viendo el marcador final se mostró que su temor tenía bases sólidas. No quería que su equipo perdiese -una vez más- un partido tras el paréntesis reservado para las selecciones nacionales y dejó en el banquillo a piezas fundamentales de su esquema, como Messi, Iniesta o Villa. Muchos lo utilizarán como excusa para justificar el resultado final, pero las importantes incorporaciones de Thiago Alcántara, Fàbregas y Alexis Sánchez no permiten esa disculpa.

La Real Sociedad trata de ser un embrión 'culé'. Ha adoptado el 4-3-3 de Pep Guardiola y quiere sacar la pelota jugada desde la defensa, pero le falta la típica agresividad de los azulgranas. En los primeros diez minutos, los donostiarras mostraron detalles de calidad, aunque los goles dinamitaron el atrevido planteamiento.

La distancia entre los defensores y los atacantes 'txuriurdines' era de apenas 20 metros. El Barça no tenía espacios para mover la pelota como le gusta, pero encontró una alternativa poco habitual. Los balones largos mataron a la zaga guipuzcoana, que todavía está en proceso de adaptación al estilo de juego y las ideas de Phillipe Montanier. Primero Xavi -en posición dudosa- y, pocos segundos después, Cesc, pusieron un 0-2 antes de que las manijas del reloj marcasen el minuto diez.

La brecha parecía insalvable, y más aún viendo la quietud de los jugadores de la Real durante los 35 minutos restantes de la primera mitad. El atrevimiento se había convertido en ingenuidad.

El Barcelona controlaba a placer el partido y la pelota era suya. Pero, ¿quién lo iba a decir? Lo que parecía un festival 'azulgrana' se convirtió en una cura de humildad para un equipo que, con cierta actitud autocomplaciente, se creía imbatible. La forma de jugar de los donostiarras cambió completamente y, pese a no contar con la posesión del esférico, presionó mucho más arriba.

Imanol Agirretxe acortó distancias de cabeza y, a partir de ese momento, los nervios se adueñaron del Barcelona. Villa -que había entrado en sustitución de un lesionado Alexis Sánchez- retrasó demasiado una pelota que llegó al '9' 'txuriurdin', chocó contra el larguero y Griezmann remató a gol. Mateu Lahoz, el árbitro de moda del fútbol español, pecó de demasiado apego con los azulgrana' y no expulsó a Sergio Busquets por tocarla con la mano en el segundo tanto. Lo hizo porque dejó seguir y no indicó el penalti.

Messi e Iniesta tuvieron que saltar al campo para intentar corregir la situación. No lo consiguieron. La Real supo defender el resultado e incluso tuvo posibilidades de llevarse los tres puntos tras un despiste, ciertamente cómico, de Víctor Valdés. Un premio que, tal vez, hubiese sido excesivo.