Israel-Turquía: el fin de una alianza
"No permitiremos que nadie pisotee nuestro honor y no nos preocupa si nos cuesta 15 millones de dólares o 150", dijo ayer en Ankara el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan
MADRIDActualizado:"No permitiremos que nadie pisotee nuestro honor y no nos preocupa si nos cuesta 15 millones de dólares o 150 …", dijo ayer en Ankara el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, resumiendo en un registro moral el estado de ánimo de su Gobierno y, presuntamente, de su país, tras romper toda relación militar con Israel, liquidar de hecho los vínculos diplomáticos y cancelar los intercambios comerciales estatales, fundamentales en la industria de defensa.
Todo esto porque Israel se negó categóricamente a reconocer su responsabilidad en la muerte de nueve activistas turcos propalestinos que, a bordo de un buque turco intentaron llevar ayuda material a Gaza en mayo del año pasado. Comandos navales israelíes asaltaron el buque y les dieron muerte. A Israel se le exigió que presentara excusas formales y pagara indemnizaciones a las familias, pero aunque el primer ministro Netanyahu, muy presionado por Washington, habría aceptado mal que bien, un factor capital de su coalición, el partido ultra Beiteinu, del ministro de Exteriores Avigdor Lieberman, se negó en redondo. Netanyahu eligió seguir y evitar la crisis de Gobierno.
Una comisión internacional designada a medias por la ONU y los dos países y dirigida por dos conocidos proisraelíes, Geoffrey Palmer, ex primer ministro neozelandés, y Álvaro Uribe, expresidente de Colombia, juzgó que Israel solo se había defendido y definió su bloqueo naval de Gaza como legal (lo que causó una sorpresa mundial), aunque criticó su uso excesivo de la fuerza y le recomendó expresar alguna forma de sentimiento por lo ocurrido.
Un deterioro antiguo
Contra lo que parece y aunque la relación bilateral ha terminado por ser casi aniquilada por el gravísimo incidente, el deterioro no empezó entonces. Fue la invasión de Gaza (diciembre 2008-enero 2009, con 1.600 palestinos, en su mayoría civiles, muertos) lo que cambió la situación, que era nada menos que la de una alianza antigua y sólida entre las partes y particularmente relevante en el campo de la cooperación militar.
En efecto, Erdogan no vaciló, contra los usos diplomáticos, en tener en la cumbre económica de Davos, en la primavera de 2009, un serio altercado público con el presidente israelí, Simon Peres, a cuenta de Gaza. Tras un intercambio de duras palabras, le hizo graves recriminaciones y le dejó plantado abandonando el lugar. La sorpresa por su conducta, muy infrecuente en esos ámbitos, fue grande, pero nada comparable con el efecto impresionante, y apenas valorado en su día en Occidente, y la reputación que le valió entre los árabes. Se convirtió en un héroe popular y, de hecho, en el ejemplo que debían seguir los propios dirigentes árabes, aunque tal cosa no podía escribirse abiertamente: faltaban dos años para la primavera árabe.
En estas circunstancias y considerando que Israel juzgaba como una baza crucial la alianza turca, sobre todo en el plano de la información militar, la venta de equipo sofisticado y las frecuentes maniobras conjuntas (incluyendo la cesión del espacio aéreo turco a la aviación israelí, que lo necesita para sus ejercicios), nadie se explica todavía cómo los israelíes abordaron un barco turco y dieron muerte a nueve civiles en aguas internacionales.
El complejo contexto regional
De hecho, todo lo sucedido ayudó mucho a Erdogan, cuyo Partido de la Justicia y el Desarrollo, islamista moderado y parlamentario se encaminó hacia lo que sería su gran y tercera victoria consecutiva en la elección de junio pasado. Pero sería un error considerar que lo sucedido fue planificado o instrumentalizado y su importancia decisiva final se explica en el complejo contexto regional, en el que Turquía emerge como un factor clave, el principal.
En efecto, tras poner la casa en orden y liquidar la supremacía militar de facto que regía en el escenario político turco (la Constitución vigente, que será cambiada en esta legislatura, aún es la redactada bajo presión militar tras el golpe de 1980) y relanzar la economía con gran éxito y tono liberal (el crecimiento del PIB el año pasado fue un extraordinario nueve por ciento), Erdogan reordenó la política exterior y de seguridad del país con aspiraciones de insoslayable poder regional… sin abandonar su posición de fiable miembro de la OTAN.
Ha contado para eso con un influyente ministro de Exteriores, Ahmet Davutoglu, durante años su consejero de seguridad nacional, cuando era conocido como el 'Kissinger turco', quien elaboró la teoría conocido como de 'cero problemas con los vecinos' (Siria incluida, aunque ahora Ankara "ha perdido la fe" en al-Assad, como dijo el presidente Gül) y extendió la influencia cultural y política por Asia central, con Irán a modo de primer interlocutor en el área. Washington sigue todo el proceso con una mezcla de estupor e interés y estima que, en realidad, significa el fin de la aspiración turca a ser miembro de la UE.
Erdogan, en cualquier caso, vive en la cresta de la ola de la popularidad en el mundo árabe-islámico: el lunes estará en El Cairo y se dice que podría… ¡presentarse en Gaza!