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El Capitolio se queda sin becarios
La crisis y la tecnología acaban con los jóvenes ujieres de la Cámara de Representantes, una figura con 180 años de historia
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarCaro y obsoleto. Con estas palabras, dos consultoras han sellado el destino de un servicio de 180 años en Estados Unidos: el que proporcionan los ujieres en la Cámara de Representantes. Será este mismo mes cuando este grupo de chicos de 16 y 17 años que realizaba servicios de mensajería, ayudaba con los teléfonos, izaba la bandera sobre la cúpula del Capitolio, hacían sonar las campanas para llamar a votación y que fue víctima de algún que otro escándalo, pase a la historia.
Los líderes de los dos partidos de la Cámara Baja, el republicano John Boehner y la demócrata Nancy Pelosi, anunciaron hace unos días el fin de este servicio. Un programa educativo para adolescentes que, en algunos casos, ha despertado la pasión por la política y el servicio público, y, en la mayoría, les ha permitido conocer los entresijos de la capital del país. Entre sus ilustres becarios cuentan con empresarios como Bill Gates y senadores como Chris Dodd.
«La decisión no es fácil, pero es necesaria debido a los costes prohibitivos del programa y a los avances en la tecnología que han hecho que sus servicios ya no sean esenciales», explicaba el tándem Boehner-Pelosi en un comunicado. Porque adelantos de la vida moderna como el correo electrónico y el contestador automático les había dejado cada vez con menos cometidos.
El coste anual es de algo más de cinco millones de dólares -unos 3,4 millones de euros-, que incluía un salario de 1.804,83 dólares brutos a cada ordenanza, un pago que se veía muy reducido tras deducir impuestos y una comisión especial del 35%. Además, cada joven estaba escolarizado en una escuela especial del Congreso para compaginar estudios y trabajo, y vivían en una especie de colegio mayor con un coste de unos 80.000 dólares.
Para quienes se oponían al fin de esta institución, cuyo curso comenzaba en septiembre, el coste es más bien irrelevante en una era en la que los déficit se contabilizan por billones -este año será de 1,3 billones de dólares- y cuando se mantienen programas como el de publicidad del departamento de Defensa en las carreras de Nascar, que es más caro.
Con el adiós al programa de los ujieres se da la puntilla a una tarea educativa en la vida política de Washington para unos 70 adolescentes, pero también a una fuente de escándalos en un Congreso en el que más de un legislador ha tenido un desliz. El último, el 'caso Foley' en 2006, cuando un representante republicano se vio obligado a dimitir después de que salieran a la luz mensajes con proposiciones de contenido sexual a alguno de los jóvenes ujieres. Antes, en 1983, un congresista confesó que había mantenido relaciones sexuales con una becaria de 17 años. Y eso a pesar de que en el colegio mayor tenían el toque de queda a las 10 de la noche.