Ese hiato tan nuestro
Actualizado: GuardarNo cabe duda de que el gaditano se encamina de un modo irreversible hacia el monosilabismo. Ahora estamos en una etapa intermedia de bisilabismos incomprensibles (aro, oone, ahín, etc.) con la ilustre excepción polisilábica «bahtinaso».
Pero, haciendo honor a la verdad, si hay algo que caracteriza al lenguaje gaditano de calles y recovecos es el amor al hiato «ai» o diptongo o hiato adiptongado con matices triptónguicos, o como quieran ustedes.
La cuestión es que se inserta en nuestras conversaciones de un modo perverso; ya tomó el propio nombre de la ciudad «Cai» que a su vez se ha multiplicado en apelativo de numerosos grupos musicales, folclóricos y de flamenqueo así como en multitud de carteles de nuestros grandes comercios (las antiguamente llamadas tiendas de veinte duros o los sustitutos de los añorados Saray)
No queda ahí la cosa, este juego vocálico ha sustituido al «sí» dándole un aire de consentimiento y admiración con un simple alargamiento de la «a», ha creado el saludo típico de las esquinas «cogehlo ahí» y, además, ha perfilado el corto de compromiso «¡ay!».
Lo peor está en los nombres propios. Nos ha seducido de tal modo que en las plazoletas de Cádiz, en las orillas de las playas o en las puertas de los colegios ya solo se oyen gritos del estilo: ¡Yahaira!, ¡Naima!, ¡Aitana!, ¡Yaiza!, ¡Ainara!, ¡Zaira!, ¡Yeray! Y un largo etc.
En fin, esperemos que nuestras otras tres vocales retomen su espacio y, con el tiempo, volvamos a escuchar saludos de antaño como «hola», expresiones del tipo «¡Qué maravillosa y ruidosa es tu moto!» y nombres como Toñi, Paqui y Maribel. Mientras tanto, procuraré dejar de hacer el julay.