AMARILLO PANTONE

HAY EN MI TIERRA UN TITANIC

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Cual Titanic en la Bahía. Así se puede definir lo que está pasando con el Vaporcito. Parece que todos estamos de acuerdo en su reflote, pero más allá de ello y como se termine al final, a mí me parece una historia de película lo que está pasando con este curioso barco. Nos está invadiendo la nostalgia y los recuerdos, se apoderan de nosotros y la pena nos come por dentro. Pero si fuésemos listos y de la catástrofe hiciéramos negocio, sería otra forma inteligente de afrontar este acontecimiento como lo hizo James Cameron con el famoso trasatlántico. Me he imaginado cómo sería mirar hacia el fondo o ver el barquito desde otra perspectiva, incluso dentro del agua. O directamente hacer una réplica en el muelle, en ambas ciudades. O hacer tantas canciones y documentales para atraer más testimonios, o un libro recopilándolos, o infinidad de cosas... Porque su hundimiento también es historia, y es como la muerte de los toreros en el ruedo, el mayor honor para un barco. Hubiese sido más bochornoso que el barco no hubiese sido rentable y que cayera en el olvido con el inminente desguace cual coche viejo al comprarse otro mejor. Pero no, ha muerto con dignidad, con garbo, con elegancia, con honor, y sí, da pena su naufragio, pero me llena de orgullo que alguna vez lo haya disfrutado y se convierta en leyenda. Y como la muerte es parte de la vida, vería natural que de su legado nos quedaran otras cosas, igual de perennes y bonitas, ya que los pensamientos son eternos, y no simples caprichos del destino. Y si al final lo resucitamos, también será parte de su historia, y un ejemplo de «querer es poder». Lo que quiero decir con esto es que, pase lo que pase con «El Vaporcito», estará bien, porque el recuerdo seguirá presente en todos, y su salvación será igual, se quede en el fondo o siga navegando.