Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Artículos

MILONGAS ESCOLARES

Los cheques-libro, las ayudas para las matrículas de las guarderías... son simple palabrería política

IGNACIO MORENO BUSTAMANTE
Actualizado:

El otro día, alguien inmortalizó en twitter una verdad como un templo. «Es más caro mandar a nuestros hijos a la guardería que a la universidad». Difícilmente se puede resumir mejor la ruina a la que se enfrentan miles de padres en septiembre que en esos 72 caracteres. Le sobraron 68. Si acaso, yo añadiría que no sólo a la guardería, también al colegio. Lo de la enseñanza gratuita es una estafa como otra cualquiera. La cuesta de septiembre es mucho más empinada que la de enero. Entre otras cosas porque es de obligado cumplimiento el subirla, mientras que la otra siempre puedes suavizarla comprando unos cuantos polvorones menos.

Pero esta no hay forma de esquivarla. Todo eso de cheques-libro, de reducciones en el precio de las matrículas, son milongas, medias verdades, mentiras disfrazadas de palabrería política, de discursos oficiales vacíos escritos por asesores de prensa más o menos hábiles, que consiguen que el consejero o delegado de educación de turno resulte creíble. A alguno de ellos un día se le ocurrió vender la idea de la gratuidad de los libros de texto. Se inventó un cheque por el que el niño tendría sus libros gratis siempre y cuando los mantuviera en perfecto estado durante todo el curso, de manera que otro pudiera aprovecharlo al siguiente. Pero si lo estropea, lo paga. Así matamos dos pájaros de un tiro, pensaron. Ayudamos a los padres y fomentamos la responsabilidad de la criatura. Sin embargo, obviaron un pequeño detalle, más allá de que difícilmente un niño va a mantener impoluto el libro durante nueve meses. El truco del asunto está en los cuadernillos de tareas. En las fichas. Antiguamente, la tarea se hacía en un cuaderno de anillas, cuadriculado. Por diez duros, tenías uno que duraba todo el curso. Ahora, los deberes se hacen en esas fichas que se han sacado de la manga las editoriales. A renovar en cada trimestre. Esas, obviamente, es imposible mantenerlas limpias. Hay que escribir en ellas. Negociazo para los editores con el visto bueno de los que supuestamente velan por nuestros bolsillos.

Y luego vienen los uniformes, los chándals, las asociaciones de padres o el transporte, que ya no existe. Si hay línea de autobús urbano, no hay autobús escolar. En total, según las asociaciones de consumidores -y según miles de padres que así lo pueden corroborar-, una media de 600 euros por niño. Gratis, gratis, lo que se dice gratis, no sale.

Sin embargo, al tratarse de la educación de los hijos, los padres afrontan semejante sangría para sus bolsillos con resignación. Con la esperanza de que algún día lo sembrado se recoja en forma de licenciatura superior y un master. O dos. Pero mientras ese momento llega, lo que no pueden evitar es jurar en arameo cuando ven en el periódico la foto del político de turno dando un beso a un niño en la inauguración oficial del curso. Y precisamente justo cuando el suyo entra por la puerta de la salita con el libro de matemáticas con cuatro páginas pintarrajeadas. Con rotulador, que no hay manera de borrarlo.