El legado de Mariano Peñalver
Actualizado: GuardarLa reconfortante sombra de su elevada calidad humana y los estimulantes ecos de sus luminosas enseñanzas siguen creciendo conforme se cumplen años de su fallecimiento. Los mensajes clarividentes que Mariano Peñalver nos transmitió con su conducta coherente, con sus actitudes nobles y con sus palabras medidas, no sólo conservan su validez crítica, sino que, en los actuales momentos de debilidad de pensamiento, de fragilidad ética y de desequilibrios sociales, nos resultan especialmente valiosos, oportunos y alentadores. Las perspectivas –múltiples y cambiantes, comprensivas y comprehensivas– desde la que Mariano examinaba este mundo en permanente movimiento y siempre en curso, nos siguen ayudando para que planteemos adecuadamente los nuevos problemas y para que, modestamente, colaboremos en la búsqueda racional de las posibles soluciones.
Su explícita voluntad, su pasión intelectual y su decidido propósito de influir en la universidad, en la cultura y en la sociedad constituyen unos poderosos estímulos para que los que nos sentimos contagiados por su buena conciencia ética y ciudadana nos esforcemos para lograr que su voz no se apague. Por eso aprovechamos este sexto aniversario de su muerte para repasar esas ideas –cabales y humanistas– que constituyen una desautorización del sinsentido y del dogmatismo. Mariano era un paradójico quijote que, sin ser militante partidista, poseía la vocación de intelectual de intervención, era un racionalista que, además de ayudar a modificar nuestra visión del mundo, pretendía, mediante el pensamiento, la palabra y el arte, cambiarlo en la medida de lo posible o, al menos, enmendar algunos de los fallos más importantes. Él, que era consciente de la fuerza regeneradora que se puede ejercer por medio del pensamiento rectamente orientado porque sabía que las ideas poseen un poder benéfico y saludable, estaba convencido de que las palabras pueden curarnos del poder despótico de los gobernantes y de la fuerza disolvente de la ignorancia y de la vulgaridad.
Permíteme, querido Mariano, que te reitere mi gratitud por aquellas conversaciones sobre esas cuestiones importantes y sobre esos asuntos nimios que, analizados por ti, alcanzaban una importancia vital. Tú sabes que muchos de los temas que he tratado en trabajos teóricos y en relatos de ficción constituyeron los contenidos de nuestras interminables conversaciones. Somos muchos los que te echamos de menos y extrañamos tu ausencia en la universidad y en la vida. Pero ten la seguridad de que seguirás siempre vivo en tu obra y en el recuerdo de tu mujer, de tus hijos y de tus nietos, de tus amigos, de tus compañeros, de tus alumnos y, en ese rico legado que nos has dejado y que está más vivo que nunca.