Un negocio varado junto al futuro del Vapor
El varadero Guadalete, que cada año repara, pone a punto y pinta el casco, teme perder a su principal cliente Cinco empleos dependen de que la embarcación vuelva a surcar la Bahía
EL PUERTO. Actualizado: GuardarAyer faltó algo en el varadero Guadalete. Nada menos que mil euros. Los que cada viernes paga religiosamente la empresa responsable del Vapor. Un dinero a cuenta de la reparación y puesta a punto del casco que los expertos realizaron a la embarcación el pasado invierno. Los propietarios dieron el visto bueno al presupuesto de 44.000 euros para que el Vaporcito surcara las aguas de la Bahía, como desde 1955, con garantías técnicas de seguridad y protección.
«Si no se le hubiera hecho eso, yo no se si el barco hubiera aguantado el accidente. Posiblemente se habría destrozado». José Sánchez lamenta el desafortunado devenir del Vaporcito sentado en un taburete de madera a resguardo de la lluvia. En el cobertizo donde sus trabajadores sacan los hilos de estopa que llenarán las juntas de las tablas de los cascos, parece que se ha detenido el tiempo.
El varadero, con más de 50 años de historia, ha sido siempre la 'enfermería' del Vapor. Una vez al año el casco pasa revista y recibe las reparaciones y los tratamientos necesarios para que aguante lustroso durante los meses que restan. «Normalmente lo tenemos aquí durante un mes. Pero esta vez fueron tres. Había que hacerle más cosas y Andrés Valimaña -el gerente del Vapor- me dijo que adelante. Ellos nunca han escatimado cuando se trata de tener el barco bien».
Nada menos que 400 kilos de clavos y doce madejas de estopa fueron necesarios para fijar las tablas y quince de ellas -ocho en estribor y siete en babor- fueron sustituidas por unas nuevas. Pero lo primero de todo es limpiarlo para comprobar el estado de las tablas, la existencia de grietas... Tras las reparaciones y la colocación de las tablas, el calafateo con la estopa, el sequero con un soplete, la imprimación y la pintura. Este año incluso se le aplicó una capa de brea traída de Galicia por uno de los propietarios del Vapor. El material se calentó y fue untado con una espátula en las puntas de las tablas. Un trabajo cien por cien artesanal que se está yendo al traste en las aguas del muelle de Cádiz. «Es muy importante sacarlo lo antes posible, antes de que las maderas se echen a perder. Cuando más tiempo esté, peor». José no se aventura a predecir qué tipo de daños habrá sufrido el casco del Vaporcito. «Hasta que no esté fuera será imposible saberlo». Lo que a su juicio estará bastante dañado es el motor. Pero esa ya no es su especialidad ni su competencia. El motor es revisado en otra empresa portuense, Tamarco.
Incertidumbre
La lluvia arrecia en el antiguo varadero, donde hubo un tiempo en que trabajaban 17 personas. Tras la desaparición del dueño, un grupo de empleados formaron una cooperativa. Ya solo queda José. «Hay buenos clientes, barcos que nos siguen llegando, pero el principal es el Vapor». ¿Y qué pasará si no lo recuperan para su uso?. «Pues no lo sé. Tendríamos que verlo...».