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Las vergüenzas de El-Asad

PAULA ROSAS
EL CAIRO.Actualizado:

Que la tortura está siendo una herramienta más de la brutal represión que el régimen de Bashar el-Asad ha emprendido contra los sirios no era un secreto, como ya demostró el caso de Hamza el-Jatib, el niño de 13 años al que los hombres del dictador castraron, quemaron y remataron con un tiro en la cabeza el pasado mayo. Como el caso de El-Jatib había muchos más, relegados al olvido. Ayer, sin embargo, Amnistía Internacional puso nombres y apellidos a 88 de esas víctimas que han muerto bajo custodia policial en un informe en el que se confirman los horrores de un régimen y la «persecución sistemática a gran escala» que El-Asad está llevando a cabo contra el pueblo sirio.

Todos fueron detenidos por participar en las protestas contra el dictador, y todos acabaron muertos como consecuencia de su arresto. Los martirios a los que fueron sometidos son inenarrables. AI relata el caso del doctor Sajer Halak, que dirigía una clínica de lujo especializada en trastornos alimentarios en Alepo, y cuyo cuerpo fue encontrado al borde de una carretera con varias costillas, dedos y los brazos rotos. Le habían sacado los ojos y mutilado los genitales. A Tariq Ziad Abdelqader, de Homs, le arrancaron el pelo, lo apuñalaron, dieron latigazos y descargas eléctricas en el cuello y el pene. A Obaida Said Akram le extrajeron los dientes, a Nazir Albelqader al-Nubi le partieron el cuello. Cuando la familia de Mahmud al-Zubi, de 72 años, recogió su cuerpo, su cara estaba cubierta de quemaduras de cigarrillos.

Entre las víctimas documentadas por AI hay diez niños. La organización ha podido analizar vídeos y material fotográfico enviado por testigos para elaborar el informe. Según Neil Sammonds, que investiga la situación de Siria para Amnistía Internacional, estas muertes acaecidas bajo custodia policial o militar incluyen crímenes contra la humanidad.

La mayor parte de estos fallecimientos tuvieron lugar en las regiones de Homs y Deraa, donde las protestas han sido más intensas, pero también se han dado casos en Damasco, Hama o Alepo. Muchos de ellos perdieron la vida por las torturas, y sus cuerpos fueron mutilados «de manera particularmente grotesca, con la intención, al parecer, de infundir terror a las familias», asegura el informe. El régimen solo ha intentado investigar -de manera puramente formal- la muerte de dos de estas personas, y la respuesta ante la mayoría de los casos ha sido el silencio, negar los hechos o, simplemente, culpar a «bandas armadas».

En total, Amnistía Internacional ha recopilado los nombres de 1.800 personas que han fallecido durante las revueltas que comenzaron el pasado marzo, la mayor parte de ellas manifestantes pacíficos o asistentes a entierros de víctimas anteriores, que fueron tiroteados por las fuerzas de seguridad. La ONU eleva a 2.200 esa cifra. Miles de personas han sido arrestadas, muchas incomunicadas durante semanas, maltratadas y torturadas en cárceles o centros de detención. En la mayoría de los casos, sus familias desconocían su paradero.

El mes sagrado del Ramadán, que finalizó el pasado martes, ha sido especialmente sangriento, con 551 muertos, según la Unión de Coordinación de la Revolución Siria, uno de los muchos grupos opositores que han aparecido desde el inicio de las protestas.