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El déficit es democrático

Zapatero no quería pasar a la historia como el gobernante que llevó el país a la quiebra y Rajoy se curó en salud

MAGIS IGLESIAS
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Gobernantes y ciudadanos nos estábamos despertando de la tremenda «fiesta» de gasto y endeudamiento cuando nos golpeó la resaca de «la borrachera» en forma de «desvarío veraniego». Con «agostidad», se nos aplica una dura «penitencia», exigida desde el exterior y aplicada en el interior sin consultar al pueblo. Son palabras de los portavoces de la oposición en el pleno de ayer. «Si no lo veo no lo creo», dijo Llamazares con la incredulidad que comparte con los indignados. Porque se juntaron dos en una madrugada y acordaron cambiar las normas para salvar la cara. Antes, contemporizaban con el déficit contable pero, este verano, le vieron las orejas al lobo y sellaron una alianza de hierro para cambiar las reglas del juego, sin importarles el déficit democrático de la solución.

Zapatero no quería pasar a la historia como el gobernante que llevó el país a la quiebra y Rajoy se curó en salud para que el próximo tsunami financiero no anegue las primeras instancias de su previsible gobierno. Ignoraron que la calidad de la democracia se mide en el respeto a las minorías y olvidaron que ejercen en un régimen de opinión pública. Aplicaron el rodillo al ordenamiento jurídico como dos apisonadoras, ninguneando a las autonomías y ayuntamientos, corresponsables del déficit público objeto del 'reformazo'. Dice la valerosa Uxúe que quisieron «tapar así sus vergüenzas» con lo que el resto de opositores llamaron un «golpe» a la Constitución.

Los diputados de PP y PSOE deberían sentirse hoy abatidos por haber sido cómplices silenciosos de una operación fulgurante de acoso y derribo al histórico pacto constitucional. Porque ellos no son un rebaño de ovejas, como se dijo desde la tribuna. Nuestro sistema de partidos ha parido un estilo de liderazgos más autocráticos que democráticos, donde una masa obediente y sumisa injiere la dieta que elabora su líder, sin importarle los ingredientes o el tiempo de cocción. Los socialistas pusieron el grito en el cielo al conocer la propuesta de Zapatero, pero después compusieron un simulacro de cierre de filas que ofrecieron en sacrificio a Rubalcaba con justificaciones increíbles.

El silencio fue mayor en el PP. Ni los más españolistas rompieron una lanza por la integridad de la Constitución que parecían defender con la vida. Tampoco los centristas reivindicaron la obra de su partido primigenio, como hicieron Durán y Llamazares en nombre de CiU y el PCE.

El momento de ayer al mediodía en el pleno recordaba al que propició Aznar cuando consiguió una votación sin fisuras de su grupo parlamentario a favor de la guerra de Irak. Fue un triunfo pero resultó ser pírrico con la derrota electoral posterior. Está por ver que la reforma vaya a resolver la crisis pero ahora ya sabemos que tenemosmás déficit democrático que contable.