EL TOPE
Actualizado:Quienes lo saben todo a destiempo aseguran que tanto Zapatero como Rajoy deseaban un tope de déficit más duro. Además, debía de tener menos aristas para que cupiera en la Constitución sin arañarla, pero el tope es el que es y no el que quisiéramos que fuese y ahora se nos pide un gesto, o por lo menos un mohín o algunos visajes que disimulen la mala cara que se nos ha puesto a todos. «Hasta aquí habéis llegado», nos han dicho los que de verdad mandan en nuestros mandatarios. La frontera de la deuda está fijada y el límite preocupa no solo a los morosos, que piensan pagar cuando puedan, sino a los que no han pensado nunca satisfacer sus trampas y a pesar de eso viven tan satisfechos.
Se acabó lo que se daba: el crédito. Con la señora Merkel hemos dado. Quienes no conformes con no haber leído el Quijote lo citan mal, dicen «con la Iglesia hemos topado», pero lo que escribió Cervantes y se lo hizo decir al ingenioso hidalgo es «con la iglesia hemos dado». Escribió prudentemente «iglesia» con minúscula y tuvo miedo a usar la palabra «chocar», que en aquellos tiempos los hechiceros eran aún más irritables que ahora. ¿Cómo solucionar lo del tope? El PP anima a las grandes fortunas a que se hagan más pequeñas. Ese proyecto, escasamente sugestivo para los potentados, también estaría bien visto por el PSOE. Hay que imitar en algo a nuestros más acaudalados vecinos franceses.
La reforma está planteada y es inexorable. Lo único que falla son los reformados. Pedirle a los llamados ricos que hagan un esfuerzo y se apresten con gran entusiasmo a pagar más impuestos no es solo inverosímil, sino surrealista. No se puede cambiar tan bruscamente de costumbres y pasar de la noche de los tiempos a la radiante aurora. Es mejor seguir sacándole el dinero a quienes no lo tienen. Les pilla habituados y no hay que explicarles en qué consiste la austeridad.