Palominos y pelillos a la mar
ABOGADO Actualizado: GuardarMenos de doce horas necesitó la canciller alemana para conocer la situación y al personaje responsable de la misma. Desde entonces el Presidente del Gobierno ha aprendido «a pie juntillas» ¡ja, bundeskanzlerin Merkel! y lo repite a diario con mejor dicción que si dijera ¡sí, señora canciller! Estos bruscos cambios de actitud son frecuentes en ZP. Con anterioridad a la venida de la teutona más universal, un día sonó el teléfono de la Moncloa, en la pantalla aparecía «The White House», lo descolgó, y antes de terminar de hablar su interlocutor, ZP le transmitió «yes, bwana, of course». Supongo que se vio desbordado y se metió la ideología por donde pudo. No se atrevió a contradecir al señor Bwana u Obama un ápice. Se le reblandecieron los bajos y su pantalón fue marco de múltiples salpicaduras. Tantas, que los lavanderos de la Moncloa fueron alertados. Los palominos se habían convertido en una cuestión de Estado. Tuvo la ocasión, supongo de matizar a su interlocutor y defender amén de justificar la orientación de su política económica. Ni todo es blanco como ZP, ni todo es negro como Obama. Hay postura intermedias, si no que se lo pregunten a nuestro insignes palominos, ni blancos ni negros, si no todo lo contrario. Desde que ZP diagnosticó la situación económica como mera desaceleración, el gobierno español ha hecho lo que mejor y únicamente sabe, gastar y gastar.Y pelillos a la mar. Es la ortodoxia de las políticas de izquierdas, consistente en los «supuestos beneficios de incrementar exponencialmente el gasto público», incrementando artificialmente la demanda.
Supongo que acto seguido pensaría, ya llegará la derecha a comerse la deuda y racionalizar la situación. Todo ello condujo a la campaña llevada a cabo a finales de 2008 «In Spain we trust» (Confiamos en España). Con este lema, que parafrasea el que llevan inscritos los billetes de dólar (In God we trust). Veo al presidente del Gobierno haciendo un homenaje póstumo a Georges Washington. Ahora, en pleno verano de 2011, no sé si consecuencia de una llamada telefónica, carta o telegrama, las directrices de toda índole nos la dan directamente desde Europa.
Al menos, las fuentes de poder están más cerca. Es evidente que el lema de la campaña en Norteamérica de poco sirvió. Pocos o mejor dicho, nadie confía en nosotros. Las directrices nos las imponen desde el Centro de Europa. Ha resurgido el sacro imperio romano germánico. De momento nos han impuesto la reforma de la Constitución. Sin rechistar, como Dios manda, se reforma echando leches. Que obediencia. Y eso que no han perdido ni un minuto de su tiempo en los últimos tres años, el Presidente y los integrantes del grupo político que lo apoya, para tachar de antipatriotas a quienes demandaban la limitación de la capacidad de los políticos a seguir endeudándose al ritmo que lo hacían. Ahora, la limitación del despilfarro tendrá acomodo constitucional. Se pretende y así se ha pactado entre PP y PSOE, reformar el artículo 135 de la Constitución.
A colación con la reforma anunciada y teniendo en cuenta la especial coyuntura de acuerdo entre los dos partidos políticos, creo conveniente acordar una reforma de mayor calado que posibilite arreglar el gravísimo problema que hemos creado, consecuencia de la ambigüedad e indefinición de las competencias que del Estado, las comunidades autónomas y los ayuntamientos. Es el momento de derogar el artículo 168 de la Constitución, sí es que queremos encauzar la senda de la racionalidad y la coherencia. Sólo con la derogación de éste en los términos en él contemplado, sería posible entrar en otras reformas que directa o indirectamente, condicionarían y posibilitarían llevar a buen término la reforma ahora emprendida del artículo 135.
No sólo la reforma constitucional ha suscitado el interés económico de la semana. El informe de la agencia de rating Fitch y sus referencias a España son elocuentes, aconsejándonos imitar a los Países Bálticos. Letonia, Lituania y Estonia están saliendo de la crisis. Atravesaron una grave recesión entre 2008 y 2009. Hicieron posible la mejora de su situación económica, sin hacer uso de la política monetaria, dada su pertenencia al euro. La experiencia vivida en estos países demuestra que el proceso es tortuoso y lleno de dificultades, pero al final del mismo, con las reformas económicas iniciadas, comienza a verse la luz y la economía ha enderezado su rumbo. Fitch enuncia como primera medida la reforma del mercado de trabajo, que tomada de forma adecuada, puede y debe facilitar la corrección de los costes laborales y de esta forma mejorar la competitividad. Al no ser posible la devaluación interna de la moneda, una caída pronunciada de los salarios y de los precios puede restaurar la competitividad y el crecimiento económico. En el fondo y en la forma, el susodicho informe Fitch 'La crisis de la eurozona: lecciones de los Estados Bálticos', iba directamente dirigido a los países europeos que han sido rescatados. Pero, dada las inconclusas reformas económicas iniciadas en España, se decidió incluir a nuestro país, ya que tenemos problemas comunes con los países rescatados, sobre todo de inflexibilidad del mercado de trabajo, que crean ineficiencias no convenientes. Las advertencias de la agencia de calificación coinciden con el contenido del artículo publicado hace tres años por el premio Nóbel de economía Paul Krugman, 'Pain in Spain', 'Dolor en España', publicado en 'The New York Time'. La pertenencia de España a la zona euro supone que sólo nos queda una posibilidad cierta de maniobra para enderezar el rumbo de la economía, la reducción de la masa salarial para hacerla más competitiva. A la misma reflexión llegaba Blanchard, economista jefe del FMI, quien apostilla la imperiosa necesidad de un pacto a tres bandas en España, para que el gobierno, los sindicatos y la patronal acuerden un pacto que incluya la reforma del mercado de trabajo y de la Seguridad Social, del seguro de desempleo. Que resuelvan para siempre todas las carencias estructurales que nos hacen especialmente vulnerables ante los vaivenes de los ciclos económicos. Evidentemente esto tampoco se ha hecho y así nos va. A día de hoy tengo mis serias y fundadas dudas de a quien representan los sindicatos y la patronal española, si nos atenemos al mero concepto jurídico de la representatividad. Bueno, en realidad no tengo ninguna, porque se representan a sí mismos. Y el Gobierno a verlas venir, o mejor dicho, a la espera de su imposición por carta, telegrama o simple llamada telefónica.