Tensión en el carnaval de Notting Hill
El temor a nuevos disturbios multiplicó la presencia policial en unos desfiles que congregan cada año a un millón de personas
LONDRES.Actualizado:En la calle en la que tiene su vivienda el primer ministro, David Cameron, se refrescaban ayer los caballos de la Policía montada de Scotland Yard, mientras avanzaba por la esquina con Ladbroke Grove la cabalgata del carnaval de Notting Hill, la primera gran aglomeración de público en la capital británica desde los saqueos de la segunda semana de agosto.
Chicas y chicos con vestidos y sombreros extravagantes y caras pintadas desfilaban entre camiones, en cuyos remolques había un pinchadiscos o una banda de percusión metálica tocando música calipso, típica de la comunidad caribeña de habla inglesa. Era ayer el día de los niños y hoy es el de los adultos en un carnaval que suele preocupar cada año y que en este se vive con más ansiedad.
El grupo de jóvenes conservadores que, en torno a Cameron, reformaron el partido que ahora gobierna fue bautizado por los medios como 'el círculo de Notting Hill', porque varios viven en el barrio. El alcalde de Londres, Boris Johnson, compartió colegio y universidad con algunos de ellos pero no pertenece al círculo y ahora lleva la voz cantante sobre lo que se espera del carnaval.
«Debe curar las heridas de los disturbios», ha dicho el alcalde, acentuando así la percepción de que los saqueos, iniciados en el norte de la ciudad tras la muerte de un presunto traficante de drogas por un disparo de la Policía y rápidamente extendidos a otros distritos, fueron iniciados por jóvenes de familias con origen caribeño, como muestra la larga lista de los detenidos y encarcelados.
Es la cuatrigésimo sexta edición del carnaval, en un barrio donde ocurrieron los primeros disturbios raciales en Londres, durante los años cincuenta. Notting Hill fue un popular destino de la inmigración de hombres caribeños en la economía expansiva de los años de posguerra y también a esa zona llegaron los primeros emigrantes españoles, especialmente gallegos y linenses.
Manuel Burgo, de origen gallego, sacó ayer a la calle su mostrador de bebidas y alimentos en su tienda, La Plaza, y hacía el agosto a escasos metros del Instituto Español Vicente Cañada Blanch. «Aquí no va a pasar nada», decía. Y sobre los disturbios y saqueos afirmaba que «una cosa pequeña se ha exagerado y convertido en algo enorme».
En el carnaval suele haber incidentes. El año pasado, grupos de jóvenes arrojaron botellas y piedras a los agentes. Hubo 243 detenidos en una fiesta de dos días que congrega a cerca de un millón de personas. Y el año que viene, para rematar las celebraciones de los Juegos Olímpicos, se quiere organizar un evento mayor.
Para la Policía de Londres, la seguridad en Notting Hill es un reto a su credibilidad, maltrecha por su pasividad inicial ante los saqueos. Habrá unos quince mil efectivos en torno al carnaval en los dos días y en otras zonas de la ciudad. Vigilaban las estaciones de metro, se apostaban en parejas en las avenidas del desfile y esperaban discretamente en otras calles, como la de la vivienda de Cameron. A juicio de John Smith, de 38 años, es triste que la celebración cree tal preocupación. «Si ocurre algo será a la noche», decía. Para evitarlo, los organizadores han acordado que desfiles y casetas se cierren a las siete de la tarde.