Alonso abdica ante Vettel en Spa
El piloto asturiano acabó cuarto tras ser superado por Button a falta de dos vueltas para el final El alemán deja el Mundial visto para sentencia
SPA (BÉLGICA).Actualizado:Sebastian Vettel se ganó el sueldo en Spa. El destructor con alma de adolescente acampó en el templo frondoso de la velocidad para decretar el fin de cualquier especulación. El Mundial será suyo y la coronación solo es cuestión de tiempo y forma. Así lo reclamó ayer en la más portentosa demostración de poderío de cuantas ha realizado esta temporada. No tenía ninguna necesidad de exponer su cabellera y el resultado fue un triunfo por avasallamiento en la pista.
Vettel se interpuso en la voluntad de todos aquellos que se jugaron la tarde al todo o nada, como Alonso o Hamilton. El español discutió la hegemonía del alemán desde la evidente inferioridad de su coche respecto al Red Bull. Fue el Alonso de siempre en el primer tramo de carrera. Enérgico y desmelenado por momentos, hizo soñar a la parroquia española con un paisaje efímero. La realidad se volvió contra él. Red Bull es intocable este año.
Piensa la parroquia y acierta en que la Fórmula 1 es un campeonato de ingenieros, de cerebros superdotados a los que apenas conocemos y a los que cuesta tratar como deportistas porque su vida es otra cosa: las matemáticas, el cálculo exacto y las geometrías perfectas. Nada que ver con el mundo de las emociones que nos conmueven en el deporte. La F-1 les pertenece.
Fabrican coches supersónicos que ponen en manos de pilotos únicos. El material que procede del túnel del viento, el monoplaza que sale del horno en diciembre, supone el 70% de cualquier conquista o fracaso, y el resto corre por cuenta del piloto. Y es así en todos los casos.
Permanecía en cuestión la talla de Sebastian Vettel, encaramado a un coche que vuela en todas las circunstancias y que siempre sale el primero. Nada le viene mal al Red Bull, propietario de 16 de las últimas 19 'poles' del campeonato. Y nada le va mal a Vettel, cuyos números este año son abrumadores: siete victorias y nueve 'poles' en doce carreras. Con ese coche, cualquiera, venía a decir el 'vox populi'.
Sin embargo, ayer en Spa, el germano del dedito traspasó el tamiz que separa la paja del grano. Tuvo enfrente una competencia desbocada que no puede digerir tanta frustración. Cuatro campeones del mundo que se suben por las paredes: Alonso y su Ferrari, Hamilton y el McLaren de toda la vida, Button y su fino olfato para las estrategias, y Michael Schumacher, que corría en el jardín de su casa. También Nico Rosberg a bordo de un transatlántico como Mercedes, cuyo inversión en F-1 es inversamente proporcional a sus resultados. A todos se los vio ayer en el circuito de Spa con ganas de calcinar a Vettel. Y a todos pasó por la piedra el redicho teutón. Al César lo que es del César...
Voluntad inconformista
Fernando Alonso levantó a la parroquia en una salida y unas primeras vueltas espeluznantes que se llevaron por delante a Jaime Alguersuari, embestido sin contemplaciones por un pardillo Bruno Senna. Lo hizo de cine el asturiano, activando el DRS y su voluntad inconformista a partes iguales. Se merendó a Rosberg, a Hamilton, a Massa y en la vuelta séptima era líder de carrera después de un cambio de ruedas de Vettel. Aquello tenía una pinta magnífica porque Alonso no regala media onza de chocolate en esas situaciones.
Sucedió que la carrera transcurría volcánica, con el pavoroso accidente de Lewis Hamilton en su disputa eléctrica con Kobayashi, hasta que el coche de seguridad pareció serenar a todos. Se destensaron los músculos, se relajó el ambiente y, como por ensalmo, la prueba ingresó en la normalidad.
El adelantamiento de Vettel a Alonso en la vuelta 17 fue como el canto del cisne, sentencia definitiva y la clausura del Mundial. El alemán superó al español y dijo aquello de hasta luego, Lucas. Ritmo frenético sin nadie por delante rumbo a la victoria número siete de la temporada. Fue la reválida final para Vettel, ese escollo de Alonso enfurecido, el destello que otorgó más valor su triunfo.
A Alonso le quedó el consuelo de pelear por un podio en el circuito donde nunca ha ganado. Y entre los neumáticos intermedios y, probablemente, la desilusión, fue decayendo frente a adversarios con mejor ritmo. Pasó Webber y pasó Button, el hombre de hielo que siempre aparece inteligente y seguro, y le dejaron al español sin la honrilla de la bandera española en el cajón. Fue la capitulación de Spa, la aceptación por esta vez de un enemigo superior.