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La JMJ deja huella en la diócesis

Brillante colofón con la juventud que participó en el encuentro con el papa en la capital de España. El obispo diocesano presidió una eucaristía solemne y una vigilia de jóvenes para clausurar los actos

JOSÉ VEGAZO
JEREZActualizado:

«Esperemos que en estas Jornadas Mundiales de la Juventud nos hayamos podido conectar bien con el Tuenti del Señor». José Mazuelos sorprendió con esta afirmación a los miles de jóvenes que se dieron cita el pasado jueves en la catedral, recordando el ambiente festivo y cercano que ya vivieron los jóvenes en el estadio municipal de Chapín, cuando los peregrinos que iban a acudir a Madrid al encuentro con el papa llenaron la grada del fondo del estadio. Tras el paso de la diócesis por Madrid, que ha sido mediática gracias, principalmente, a la participación del paso de la Candelaria en el víacrucis que presidió Benedicto XVI en su segundo día de estancia en nuestro país, la diócesis asidonense comienza ahora a recoger los frutos de tantos meses de trabajo. Frutos que deben verse, principalmente, en la implicación de la juventud en los actos y misiones que se encarguen desde el obispado.

Y por supuesto, y no menos importante, en la implicación diaria de esa juventud en la vida parroquial. Tarea mucho más complicada que la primera, es obvio. Los jóvenes deberán mostrar su implicación con la Iglesia, su estrecha relación con los párrocos y grupos de trabajo. Ya no sirve acudir a la llamada, sino generar agenda, crear actos. Son los más jóvenes los que deben dar vida a la Iglesia, y no esperar impacientes a que alguien les llame para comenzar a trabajar.

Ése es el futuro de la Iglesia, no solo local, sino a nivel nacional. Estas jornadas han servido para reforzar una confianza personal en el futuro de la Iglesia católica, tan criticada y denostada en los últimos tiempos. Dar paso a los jóvenes, dejar que ellos organicen sus propios eventos, confiar en su buen criterio... Dejarlos trabajar y expresarse, en definitiva, es el futuro de una Iglesia que deberá contar para ello con los sacerdotes más jóvenes, los que tienen más capacidad para comunicarse con la juventud. Así lo ha hecho la diócesis jerezana, y sería injusto nombrar a cuaquier responsable para no dejar a otros en el olvido. Pero el primero que ha cumplido con lo pactado ha sido el prelado jerezano, que se ha adaptado, y de qué modo, a la juventud de su diócesis. Ha presidido todos y cada uno de los actos que han tenido lugar estas semanas en la diócesis, ha adaptado su vocabulario, sus homilías, sus intervenciones, para mostrarse cercano con el público que le escuchaba. Incluso su propia presencia física ha sido más relajada que de costumbre, con actitudes amables y simpáticas, muy alejadas de lo que estamos habituados en los obispos españoles.

Y los jóvenes encantados. Por primera vez se han sentido los verdaderos protagonistas de la película. Sin paliativos. Los protagonistas, tanto en el montaje, como en el desarrollo de las actividades. Les han dejado ser ellos mismos, algo realmente difícil en el encorsetado mundo de la jerarquía eclesiástica. Han devuelto más de lo que han recibido, ya que incluso en los actos que han tenido lugar estos días, tras la JMJ, en el colegio Montealto y en la catedral, han llenado el aforo, contándose por miles los jóvenes que han vuelto a responder a la llamada del obispo.

Quedan por tanto asignaturas pendientes, pero el curso está más que aprobado. Queda pendiente que ahora los jóvenes, que viven días felices, acompañen a la Iglesia cuando ellos no sean los protagonistas de la función, cuando la normalidad se apodere de nuevo del palacio Bertemati. Queda pendiente una renovación de la curia diocesana, acercando las edades y no mostrando a la jerarquía como sacerdotes, en muchos casos, inaccesibles. Queda confiar en la juventud, que ha demostrado su buen hacer estas jornadas. También queda pendiente integrar a todos los grupos y movimientos diocesanos, conseguir que un acto de la diócesis esté dirigido para todos los sectores de la Iglesia, y que todos se sientan cómodos en ella. Y queda, que todavía no se ha hecho, que alguien pida disculpas a la hermandad de la Exaltación por el trato que en algún momento le dispensaron en Chapín.

Muchas tareas pendientes, como se puede comprobar, más otras muchas que irán surgiendo. Tareas todas surgidas de unas Jornadas Mundiales de la Juventud que han puesto a la diócesis de Jerez en la tesitura de elegir si quiere su tranquilo presente, o prefiere apostar por un futuro mejor, por un salto de calidad notable. Una situación similar a cuando llegó Juan del Río a la diócesis, y la convirtió en espejo para otras muchas diócesis españolas, que veían en Jerez un ejemplo de organización y calidad. A esta JMJ deberá aferrarse el obispado para colocar a la diócesis jerezana entre las saneadas de España, con vocaciones abundantes, con buenas infraestructuras y con una unidad eclesial que se convierta en la envidia sana de otras localidades. Todo esto está en manos de los jóvenes, y es el legado que debería dejar la JMJ en Jerez. El resto, son historias cofrades por las calles céntricas madrileñas... El resto, es pura anécdota frente a semejante desafío.