LA DIFÍCIL COHABITACIÓN DE ALFREDO Y ZP
El conflicto de intereses entre el presidente y el candidato es y será fuente de problemasEl modelo de bicefalia se cuartea ante la reforma constitucional pactada con el PP y asumida a regañadientes por el PSOE
Actualizado:Tenían que surgir y lo han hecho a las primeras de cambio. La propuesta de constitucionalizar el techo al déficit público provocó las primeras fricciones, y serias, entre el Gobierno y el PSOE, entre José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. El jefe del Ejecutivo planteó por sorpresa el martes en el Congreso una reforma de la Carta Magna pactada con Mariano Rajoy en unos términos que la hacían indigerible para los socialistas. Los planes del Gobierno y los del candidato y el partido colisionaron de frente por primera vez .
Era una posibilidad que estaba ahí, pero era poco probable, pensaban los socialistas, que se produjera en un asunto de la envergadura de una reforma de la Constitución, un tema casi tabú en los 33 años de vigencia de la misma. La revuelta en el partido gubernamental adquirió ribetes de ingobernabilidad y el modelo de bicefalia entre presidente del Gobierno y líder del PSOE se rompía en mil pedazos. Es un conflicto de intereses de difícil de resolución porque el presidente del Gobierno atiende a unas razones que el partido no siempre entiende.
Zapatero, en la conversación que mantuvo con Rubalcaba unas horas antes de soltar su bomba en el Parlamento, le explicó que no tenía más remedio que tragar el sapo planteado por el PP de incorporar a la Constitución un tope al déficit público, un sacrilegio laico para un socialdemócrata. Argumentó que otras medidas para tranquilizar a los mercados tras las serias turbulencias con la deuda en la primera semana de agosto eran aún peores. Y, sobre todo, que lo tenía pactado con Rajoy. Rubalcaba, dicen los suyos, ignoraba todo; algo difícil de creer porque las malas lenguas atribuyen al candidato resortes informativos hasta en el infierno y porque es poco creíble que el jefe del Ejecutivo se embarcara en esta operación a espaldas del ya líder del PSOE.
El presidente del Gobierno dio el paso por la misma razón, u obsesión, que ha tomado otras medidas impopulares, evitar a toda costa un rescate de España. Debió pensar qué le hace una raya más al tigre cuando el objetivo es impedir la debacle. Además, había presiones de los grandes de la UE, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, y es muy posible, como sospecha el PP, que una carta con la firma del presidente del Banco Central Europeo para constitucionalizar el techo del déficit, una decisión que hipotecará las políticas sociales de los gobiernos que vengan sean del color que sean, y que será la sepultura de las políticas keynesianas de estímulo económico, tan caras para los socialistas.
El color del gato
Zapatero tiene asumida la máxima del líder comunista chino Deng Xiaoping, «da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones», y no hace distingos entre el color ideológico de las medidas para salir del agujero de la crisis. Lo demostró con las decisiones tomadas en mayo del año pasado y lo ha vuelto a hacer ahora con la constitucionalización de uno de los pilares del neoliberalismo, en definición de algunos de sus compañeros de partido. El paso no era improvisado, en la Moncloa tenían desde unas semanas atrás estudios jurídicos sobre la viabilidad de la reforma constitucional y la crisis de la deuda de agosto fue el catalizador de la medida.
Es difícil de creer que el candidato no estuviera informado de la operación aunque dijera que hasta el lunes no dio su visto bueno. «Si estaba en la inopia, malo, pero si estaba en la cocina de todo y ahora se hace de nuevas, peor», comentó un diputado socialista el día en que Zapatero hizo el anuncio. El caso es que Rubalcaba quedará, al menos esa era su intención, como el que paró la idea del presidente del Gobierno de poner cifras al techo de déficit en el texto constitucional y así aflojó el dogal para futuros gobernantes.
Pero el daño está hecho, dicen en el PSOE. La reforma constitucional pactada con los populares ha abierto un boquete en la estrategia electoral del candidato, empeñado en construir un discurso de izquierda que saque del desencanto a miles de votantes socialistas. Los guiños al 15M, las palabras severas a la banca o la vuelta a las esencias del puño y la rosa quedaron devaluados con la aceptación de una reforma que lastra cualquier discurso progresista. Además, la negativa a someter la modificación a referéndum convierte en nada las apelaciones de Rubalcaba a una mayor participación ciudadana en la política.
Conflicto abierto
El conflicto abierto es de proporciones, «no es que el partido esté dividido, es que el PSOE está contra Zapatero», apuntó estos días un diputado gubernamental. El presidente del Gobierno y el líder del partido, como los socialistas llaman ya a Rubalcaba en un rotundo ninguneo al aún secretario general, se esforzarán mañana en apaciguar los ánimos.
A la reunión de la comisión ejecutiva se sumará una cumbre de los barones territoriales con ambos por la tarde y a primera hora de la noche se verá el grupo socialista en el Congreso y el Senado para cerrar filas.
El modelo de convivencia entre Ejecutivo y partido está roto a juicio de numerosos dirigentes no solo por la reforma constitucional sino por el propio ejercicio gubernamental para atajar la crisis. Medidas como las tomadas el viernes para dinamizar el mercado de trabajo con estímulos a la contratación temporal y con la instauración de la figura del trabajador becario con sueldos por debajo del salario mínimo hasta los 30 años van en contra de la filosofía que busca Rubalcaba.
De antemano la sostenibilidad del modelo de presidente de Gobierno y candidato diferenciados se antojaba complicada, la novedad es que ha demostrado su fragilidad apenas tres semanas después del adelanto elecotoral, con el agravante para los socialistas de que aún quedan casi tres meses para la cita con las urnas y no es descartable más desencuentros bien sea por nuevas medidas gubernamentales o por promesas electorales del candidato que pongan en un brete al Ejecutivo. Es lo que ocurre cuando los intereses y las estrategias no son siquiera complementarios sino contrarios.
José María Aznar y Mariano Rajoy también protagonizaron un modelo similar, pero con notorias diferencias; el presidente del Gobierno ejercía un liderazgo incuestionable que el candidato asumía sin rechistar, no había atisbos de crisis y las perspectivas de victoria del PP en 2004 eran sólidas. No ocurre lo mismo en el PSOE; Zapatero está de retirada con un liderazgo nominal y Rubalcaba ejerce de número uno sin discusión, la crisis es galopante y soplan aires de derrota para los socialistas. Con este cuadro no es de extrañar que salten chispas.