Editorial

Legado de realismo

Las nuevas medidas del Gobierno reflejan el desvalimiento en el que está inmerso

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El Gobierno acordó ayer los últimos cambios en materia laboral recurriendo al realismo como argumento para su presentación. La frase pronunciada por el ministro Gómez -«preferimos un trabajador temporal antes que un parado»- resume perfectamente el sentido de las medidas adoptadas. Se trata además del implícito reconocimiento de que la reforma anterior no sirvió para mucho. La prolongación de los contratos temporales que superen dos años de vigencia hasta finalizar 2013, la apuesta por la contratación a tiempo parcial, la ampliación de las fórmulas vinculadas a la formación y el mantenimiento del programa de recualificación de las personas que agoten el desempleo a cambio de la ayuda de 400 euros indican que el Ejecutivo centra su política en prevenir que las cifras globales del empleo empeoren en lo inmediato, lejos de orientar sus pasos hacia modificaciones de mayor calado. El agotamiento de la legislatura lo justificaría. Pero el desvalimiento que se trasluce vuelve más inexplicable que Rodríguez Zapatero se haya empeñado en apurar su mandato. Tanto el carácter limitado de las reformas establecidas ayer como las iniciativas adoptadas en los últimos consejos de ministros transmiten un claro mensaje de renuncia al cambio de modelo productivo, que sería lo importante, por dar prioridad a las urgencias de la economía española, que no son otras que evitar su deterioro. La ineludible rebaja en las previsiones de crecimiento, junto a las dificultades para crear empleo aunque sea temporal, dibuja un panorama nada propicio a la demagogia o el voluntarismo. El presidente Zapatero y su partido albergaron durante mucho tiempo la esperanza de que en el tramo final de la legislatura se vería la luz. Pero el curso de los acontecimientos tomó el sentido inverso. Hasta tal punto que el actual inquilino de la Moncloa se ha visto obligado a finalizar su mandato afanándose por dar muestras de realismo tras admitir como inexorables las condiciones de la economía y los requisitos de los mercados. Quien le suceda en la Moncloa deberá entender que ese último legado de realismo define en gran medida el marco de actuación que le vendrá impuesto desde el primer momento.