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Un rebelde dispara su rifle mientras corre por una calle de Trípoli. :: REUTERS
MUNDO

Asalto al último bastión de Trípoli

Se intensifican los combates entre rebeldes y leales a Gadafi en la capitalEl coronel arenga de nuevo a su pueblo en un mensaje de audio emitido por el canal internacional sirio Al-Rai

MIKEL AYESTARAN ENVIADO ESPECIAL
TRÍPOLI.Actualizado:

«¡Trípoli está liberada, Trípoli está liberada!». Los gritos de los soldados recién llegados del frente se mezclan con las sirenas de las ambulancias a las puertas del Hospital Central. El goteo de heridos procedente del barrio de Abu Salim es constante. En las últimas 48 horas han registrado 450 muertes, «de hoy no tenemos cifras, pero esto es una sangría», asegura el doctor Ali Saleh en el acceso de las urgencias. El precio por la liberación de Abu Salim está siendo muy alto y los rebeldes pagaron un día más con sangre la batalla por conquistar el último feudo gadafista que queda en la capital. Las explosiones y los disparos se redujeron a media tarde, pero el barrio siguió siendo atacado hasta bien entrada la noche. Ni rastro de Saif Al Islam y Jamis, los dos hijos del dictador que supuestamente se escondían en este barrio del sur de la capital, anexo al aeropuerto internacional. Un nuevo capítulo de la larga serie de rumores que rodea al líder libio y a su familia en la última semana.

La cercana victoria en Abu Salim no significa que la paz haya regresado a las calles de la capital. En algunas rotondas siguen sin recogerse los cuerpos de soldados de Gadafi, algunos de ellos maniatados por lo que podrían haber sido ejecutados. Los francotiradores siguen haciendo su trabajo, como se puede ver en los hospitales. «La mayor parte de los heridos llegan con impactos de bala en el pecho o en la cabeza», afirma Osama Alesh, médico voluntario que ha acudido a la capital guiado por el llamamiento del Consejo Nacional Transitorio (CNT). Desde que la revolución estalló en Trípoli los médicos trabajan en turnos de 24 horas y sin días de descanso. Hasta el sábado la hija de Gadafi, Hanna, era compañera de trabajo de estos profesionales que ahora se esfuerzan por salvar vidas «de civiles y de luchadores de los dos bandos, aquí no hacen distinciones», aseguran cuando se les pregunta. La recuerdan como «una persona sencilla a la que le gustaba su trabajo» y que «siempre venía con dos guardaespaldas que la esperaban en la puerta de acceso».

Ayer el coronel volvió a aparecer en escena. Gadafi arengó a los suyos a seguir con la lucha y les pidió que «no teman a los infieles. Liberen Trípoli. Que salga toda la gente y avancen hacia Trípoli. Luchen calle por calle y combatan», dijo en un mensaje de audio retransmitido por el canal internacional de televisión sirio Al-Rai. Unos ánimos que parecieron llegar a sus seguidores que durante el día sembraron el pánico en distintos puntos de la ciudad con ataques fugaces como el que sufrió el hotel Corintia, donde se aloja un gran número de periodistas. Después de cuatro décadas de cerrojo informativo, la prensa internacional ha llegado en masa a la capital y ayer por la mañana fueron liberados los cuatro periodistas italianos secuestrados la víspera en la entrada de la capital.

Guerra por Sirte

Con la capital casi bajo control, los combates más duros se trasladan ahora a Sirte donde los rebeldes tratan de cercar desde este y oeste a las fuerzas de Gadafi. La localidad natal del dictador sigue resistiendo, pero parece que los rebeldes ya han mantenido los primeros contactos con algunos líderes locales para intentar pactar una rendición. Los avances en el plano militar, donde cada vez le quedan menos plazas fuertes al dictador, van de la mano de los políticos y desde ahora el Consejo Nacional Transitorio ya trabaja en Trípoli aunque de momento «no puede ofrecer los servicios adecuados a la población sin contar con los medios financieros», lamentó su primer ministro, Mahmoud Jbril, en clara alusión a la petición de los opositores de la descongelación de los fondos libios en Occidente. Esto podría aprobarse próximamente debido a la presión de países como Estados Unidos, que ya ha dado su visto bueno a esta medida que supondría un alivio financiero para las arcas rebeldes.

En las calles apenas se ven civiles, incluso la plaza Verde, ahora plaza de los Mártires, está semidesierta a lo largo del día. La revolución ha llegado a las calles de una capital que durante siete meses ha vivido bajo la presión de la propaganda gadafista. «Al final uno acababa por creerse que los rebeldes eran de Al-Qaida», confiesa uno de los médicos del hospital que acaba de atender a uno de los muchos combatientes que llegaron por la tarde. En la camilla descansa Omram Mohamed, de 18 años y que tras luchar durante meses en Misrata tomó parte del grupo de combatiente de esta ciudad que tomaron Trípoli; «no ha sido fácil, pero la victoria está cada vez más cerca, ¡Dios es grande!», grita rodeado de sus compañeros de lucha que le han traído al hospital para que le atiendan tras sufrir impactos de bala en ambas piernas. La lucha continua.