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Daniel y Ana en el Salar de Uyuni (Bolivia).
VACACIONES SOÑADAS

«Pasamos un año con tres pantalones y cuatro camisas»

Dejaron casa y trabajo para dar su vuelta al mundo. «Solo gastamos unos 7.000 euros por cabeza»

LUISA IDOATE
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Ella dejó el trabajo. Él pidió una excedencia. Daniel Tonda y Ana Zalamea rompieron con todo en 2007. «Dejamos el piso que teníamos alquilado y guardamos todas las cosas en cajas que aparcamos en casa de nuestros padres». Son valencianos. Él, aparejador; ella, periodista. Tienen miedo a volar, pero subieron al avión que les llevó de Madrid a Buenos Aires y ya no pararon de viajar. «La gente nos decía: 'Vosotros podéis'. Pero podemos todos. Solo tienes que hacerlo». No es caro, cuentan. «Unos 7.000 euros por cabeza todo el viaje, con un mes de estancia en cada país. Al final, gastas más estando en casa».

Un familiar les aconsejó visitar el Salar de Uyuni, en Bolivia, del que ni habían oído hablar. «Y cruzamos desde Chile para verlo. Es indescriptible. Tiene 12.000 kilómetros cuadrados. Volcanes, géiseres, lagunas, lava, sal, azufre. Lo recorrimos durante seis días en una furgoneta compartida». Se levantaban a las cuatro de la mañana para ver amanecer en ese deslumbrante mar de sal. «No creíamos que sería tan espectacular. En mi vida he visto algo parecido; ni siquiera en Nueva Zelanda». Ni carreteras ni pueblos, dormían en barracones comunitarios. «No sé cómo se orientaba nuestro guía. Por las estrellas...».

Hay momentos en los que quieres romper con todo, dicen. Ellos lo hicieron. «Dejas las obligaciones laborales, las broncas con los jefes, las hipotecas y el volver a casa a la noche sin tiempo para hacer la compra». Querían disponer de sus días libremente, «sin prisas ni estrés y sin rendir cuentas a nadie». Lo consiguieron. También descubrieron «que muchos viven con nada» y, al volver a Valencia, se enfrentaron con un montón de pertenencias supérfluas empaquetadas. «Te das cuenta de que has pasado casi un año con tres pantalones y cuatro camisetas, y allí tienes un mogollón de ropa que ni sabes dónde meter».

Vuelta a empezar

El aterrizaje fue más duro de lo previsto. «El primer año es horroroso. Te sientes fuera de lugar y tus amigos no quieren oír hablar una y otra vez de tu viaje; pero tú no tienes otra cosa qué contar, aunque a algunos les resulte pretencioso». Toca entonces reengancharse al trabajo, los amigos, la vida. Lo han hecho. Aunque reconocen que les gustaría volver a marchar. «Nos fuimos en 2007, cuando la situación económica en España aún era buena. Las cosas han cambiado mucho: con la que está cayendo y con trabajo aquí, no creo que repitiéramos». Guardan un recuerdo imborrable de su sueño viajero. «Tenemos el itinerario de nuestra vuelta al mundo frente a la cama. Pusimos el mapamundi en la pared y fuimos trazando el recorrido».