Alejandro Talavante da un pase de muleta a su primer enemigo de la tarde. :: EFE
Sociedad

¡Qué corrida tan triste!

Después del gran espectáculo de Cuvillo, una corrida de Jandilla de muy aparatosas cabezas pero manso fondo

BILBAO. Actualizado: Guardar
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Amusgado, dormido de partida, el toro de la alternativa de Saúl Jiménez -recompuesto con parches de viruta- y al toro le costó navegar. Justas fuerzas, la boca abierta en jadeo. Hizo un quite por chicuelinas Saúl. Ni bueno ni malo ni propio ni impropio.

Capote de airoso vuelo. Tres pares de banderillas y el toro andaba después de las tres carreras con la reserva justa. La ceremonia de alternativa no se atuvo a protocolo. Antes y no después de la cesión de trastos se abrazaron el padrino -El Juli- y Jiménez Fortes. En una barrera de sombra estaba Mary Fortes, novillera valiente de los 70, una pionera. La madre de Saúl. Para ella fue el brindis.

Y la faena del estreno. De más firmeza y encaje que brillo. De felpa parecía el toro, negro lustroso. Muchas voces en los cites, hasta que la música se interpuso a destiempo, gratuitamente. Cosa de correr la mano y templarse por abajo. De flojo, se revolvió el toro y desarmó a Saúl agónico se tuvo de pie, a cuentagotas la marcha. Airosos muletazos finales a dos manos. Uno, enroscado, muy bonito. De torero de gusto. Dos pinchazos, una atravesada soltando el engaño, dos descabellos, un aviso y, sin embargo, una digna alternativa. En plaza mayor.

Montado, dos puntas finas, el segundo se estrelló al rematar de salida y a reclamo en un burladero. Cosas del repertorio de los mansos: mugir, dolerse, escarbar, recular, la cara arriba, blandearse en el caballo. Y después de esa blandura, un volatín entero y a pulso. Ni los garfios contaron. Sin fuelle, rebrincadito, el toro claudicó al primer viaje Dio entonces la impresión de que se había visto todo. Sólo por la mano derecha se medio venía el toro. En la media altura, amarrándolo, lo tuvo El Juli en muletazos cosidos de dos en dos. El cambiado de remate por la misma mano siempre y tras el giro listo. Muletazos de costadillo. Y de compromiso. Paja y no grano. La cara arriba, no animaba el toro. Sin mayor ilusión El Juli. Un pinchazo y, soltando el engaño, una estocada con vómito.

Descarado y astifino, el tercero, castaño, aparentaba más carnes que las del peso: 508 kilos. Toro de escarbar. Como casi toda la corrida. A la defensiva, protestando, topando. Firme Talavante, pero con la firmeza solo no bastaba. Se vino abajo el toro. Un pinchazo, una entera. Soltando el engaño como casi todo el mundo.

Ninguna fuerza el cuarto: trompicado, derrumbado, tocado, hundido. Mucha cara, ningún brío, las manos por delante, la boca abierta. Le escocieron las banderillas. Apoyos frágiles, se fue al suelo. Dos veces. Ni estaba en el engaño ni estaba en el torero; si hubiera tenido poder, habría arrollado. Se notó desalentado a El Juli, que se encontraba entre las diez mil almas que vieron en directo la brava corrida de Cuvillo del martes. Una estocada de gran habilidad y, a toro arrancado, un descabello.

Estocada de Saúl

Agujas góticas lucía el quinto. Dos varas por libre, soberbio un caballo de la cuadra de Bonijol que hizo la suerte solito, y eso no se había visto nunca. Se aplaudió al caballo por resistir sin montura ¡y sujetar al toro! Rabeo de mansito del toro, que atacaba a impulsos y obedecía pero sin meter la cara en serio. Ni los riñones. Valiente Talavante. Una tanda de sangre fría con la zurda, dos varetazos de banderillas y un palotazo de asta en la mejilla. Encaje rígido, cierto desorden pero no improvisación.

Caída una estocada cobrada a engaño soltado. Tardó en doblar el toro, que, después de cruzar el ruedo entero como si fuera bravo, murió escarbando. Dos avisos por culpa de la agonía. Y por falta de recursos de Talavante.

Y el sexto, que tuvo mejor aire de salida que los otros cinco. Bonitos lances de Jiménez Fortes: buen vuelo, vertical empaque, toreo de brazos. Casi se lo lleva por delante el toro en un desplante en falso. Parecía que, pero no. Se le durmió en la muleta a Saúl uno de los brazos que acababan de templar viajes de capa; un desarme. Una buena estocada: la mejor de la tarde.