CITA EN CÁDIZ
AMARILLO PANTONE Actualizado: GuardarMe dirijo hacia la cocina, abro la puerta de la despensa y tomo uno de los sobres de ese ibuprofeno que algunos llaman «Don Milagritos». Echo los polvos mágicos en un vaso de agua y pienso en el estupendo dolor de cabeza y pies que tengo en estos momentos recordando el maravilloso reencuentro de la noche anterior. Los recuerdos aún siguen presentes como si me acabara de despertar de un sueño estupendo, cerrando los ojos para que su recuerdo permanezca eterno. Hablamos de nuestras vidas, nuestros proyectos, muy unidos a Cádiz e incluso a La Habana; de las ganas de trabajar, de vivir, de aprender más idiomas, de mejorar y crecer como personas... Parecía que no había límites de temas, éramos como una burbuja ajena a toda la escena de la botellona de la Punta de San Felipe. Nuestro pasillo de luz estaba oscuro hasta que la bombilla de los recuerdos futuros se encendió. Han pasado los años y estamos mucho mejor que antes. Nos llaman la generación perdida, pero ahí no había ningún tipo de pesimismo, porque con él no se va a salir de ningún pozo. Determinada juventud gaditana, la que está terminando la carrera o lo acaba de hacer, no tiene la vida resuelta, pero se las ingenia muy bien: aplican la creatividad unida a las ganas de trabajar, y puedo contar pocos casos en los que estos compañeros no estén haciendo nada. A lo mejor se van, pero con esperanzas de volver y aplicar lo aprendido. Algunos ya han vuelto y a lo mejor ahora es el momento de escucharlos, y sin pedir favores a nadie, haciéndonos valorar. Apostar por los jóvenes ahora, en Cádiz, puede ser hasta un valor seguro, porque en el mundo laboral experimentado hay miedos hacia el desconocimiento a respuestas que nosotros sí que las sabemos.