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Los rebeldes celebran el control de Trípoli y reciben el aplauso de sus partidarios. :: B. STRONG / REUTERS
guerra en libia

Las últimas horas del coronel

Hace dos meses que el Hermano Líder no se muestra en público y algunos rumores ya lo sitúan en el exilio

PAULA ROSAS
EL CAIRO.Actualizado:

Es posible que pocas cosas sean más del agrado del coronel Muamar Gadafi que una cámara y un micrófono. Sin embargo, hace más de dos meses que el Hermano Líder no se muestra en público, y en sus últimas intervenciones, todas realizadas a través del teléfono, su voz se escuchaba distante, entrecortada por las interferencias de la línea. Ayer, con los rebeldes llamando a las puertas de Bab el-Aziziya, el complejo que alberga el palacio residencial, una pieza faltaba para completar la derrota de un régimen: el propio Gadafi, del que se desconocía su paradero y sobre el que circulaban numerosos rumores sobre si habría huido del país o estaría escondido en un búnker.

Bajo tierra o en el extranjero, el coronel Gadafi se ha mostrado como un animal acorralado en los últimos días. Los libios están más que acostumbrados a unos discursos que rayan el delirio, pero la última vez que se le escuchó, el pasado domingo, cuando pidió a sus seguidores que dieran armas a sus mujeres e hijas para que salieran a defenderle, Gadafi no pudo ocultar su total desesperación.

El Pentágono consideraba ayer que Gadafi seguía en Trípoli ya que no habían interceptado ningún tipo de comunicación que indicara lo contrario. Los líderes del Consejo Nacional de Transición también apostaban por que el coronel se encontrara parapetado en su palacio de Bab-el Aziziya, protegido por sus últimos fieles, y acompañado de los familiares que aún no habían sido detenidos o no habían conseguido huir. Desde el inicio de la revolución, el líder de la Yamahiriya aseguró que combatiría en Libia «hasta la última gota de sangre» y rechazó proposiciones para abandonar el país y buscar refugio en los pocos aliados que le quedan. Pero tampoco sería de extrañar que Gadafi, un personaje extremadamente cínico, que no ha tenido reparos en contratar a mercenarios extranjeros para intentar aplastar a sus propios compatriotas, quisiera salvar el pellejo en el último momento. Sin embargo, al coronel apenas le quedan amigos. Además, la orden de arresto que emitió la Corte Penal Internacional (CPI) sobre él limita sus opciones, ya que ningún país miembro del organismo podría albergarlo. Es el caso de Sudáfrica, del que se ayer se especulaba con que estaría en negociaciones para acoger al dictador, rumor espoleado por la supuesta presencia en el aeropuerto de Trípoli de dos aviones sudafricanos, como aseguraba el canal Al-Yasira. También se habló de Venezuela o de Argelia.

Pretoria negó ayer todos los rumores, pero una fuente gubernamental sudafricana aseguró al diario británico 'The Telegraph' que un avión de sus fuerzas armadas permanecía a la espera en Túnez para transportar a Gadafi al cono sur del continente y así despejar el terreno al consejo Nacional de Transición. Este plan contaría supuestamente con la connivencia de Túnez y Argelia.

Bajo tierra

Los rumores no desanimaron sin embargo a los rebeldes, ya impacientes por agarrar al déspota. «Se ha convertido en un ratón y se ha escondido bajo tierra», aseguraba ayer un combatiente entre risas a las cámaras de la BBC. La última vez que se vio al coronel en televisión fue el pasado 12 de junio en una de sus típicas 'gadafiadas'. Jugaba al ajedrez con otro excéntrico, el presidente de la Federación Internacional de Ajedrez, el ruso Kirsan Ilyumsinov, mientras que los combates seguían disputándose en el frente rebelde y la OTAN bombardeaba los alrededores de Trípoli.

Gadafi había sufrido recientemente la pérdida de su hijo Seif-al Arab y de tres de sus nietos en un ataque del que se dice que escapó por los pelos. Ayer, otros dos de sus vástagos, Seif el-Islam y Saadi, se encontraban detenidos, mientras que un tercero, Mohamed, consiguió escapar ayer de su arresto domiciliario. El canal Al-Yazira aseguraba anoche que se habían encontrado dos cuerpos que parecían ser el de otro de sus hijos, el sanguinario Jamís, y su cuñado, Abdulá al-Sanussi, también buscado por el CPI.

Pero nada de esto parece conmover al incombustible coronel, dispuesto a exprimir hasta la última gota de sangre, suya o de su pueblo, para aferrarse a lo que ya no es sino una cruel fantasía.