Los bañistas chinos se preocupan mucho por su seguridad. A la derecha, turistas se sacan fotos en la playa de Dadonghai. :: Z. ALDAMA
turismo

El Benidorm chino

El Gran Dragón quiere competir con los paraísos de Tailandia e Indonesia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Es fácil dar con la puerta de embarque del vuelo a Sanya. Solo hay que buscar una multitud ataviada con chirriantes camisas de palmeras, pantalones cortos de colores todavía más dañinos, sandalias de plástico, gafas de sol tamaño XXL y sombreros de paja. Es el uniforme con el que la población china se siente a gusto en Hainan, la isla que China publicita como un paraíso de arena blanca y agua cristalina.

El paisaje que queda al descubierto durante la maniobra de aterrizaje del vuelo de Shanghai Airlines augura, no obstante, una copia 'made in China' de Benidorm. Gigantescas colmenas de apartamentos amenazan la costa con más fiereza que en Alicante, la arena se esconde bajo un colorido asfalto de sombrillas y toallas -decoradas con todos los personajes de la historia del cine de dibujos animados- y el agua está salpicada por un sinfín de puntos que chapotean en rediles, habilitados para que no les dé un ataque al corazón a quienes se adentran por primera vez en el océano.

Xiao Wang es uno de esos que se estrenan. A ras de suelo, en la playa de Dadonghai, a esta niña de 11 años las olas de treinta centímetros le parecen temibles tsunamis. Sin duda, nada como lo que había imaginado cuando sus padres le prometieron que en verano podría ver el mar y zambullirse en un mundo que ella había creado con los personajes de 'La Sirenita'.

Así que, ataviada con dos pares de manguitos rosas y con mueca de desconfianza, se acerca a la orilla una y otra vez para terminar dándose la vuelta buscando a su madre, que espera a pocos metros recostada en una hamaca. Vestida con un conjunto de blusa y pantalones cortos amarillos, repletos de los cocoteros de rigor, la progenitora responde los emails del trabajo y lee la edición digital del periódico en su iPhone 4. No es difícil dar con el padre, que berrea por su 'smartphone' las indicaciones para comprar acciones, porque los tres han elegido diferentes tallas del mismo modelo.

Por lo visto, a Xiao Wang los manguitos no le dan suficiente seguridad. Así que decide sacar la artillería pesada para hacer frente al agua. Se coloca el tradicional flotador en la cintura y añade al conjunto salvavidas un chaleco hinchable de ciencia ficción. Podría viajar así a la luna, pero todavía necesita la ayuda de una de las cuerdas que cada pocos metros sirven a los bañistas para no perder el rumbo. En Sanya, donde el más osado se adentra solo dos metros en el líquido elemento, Xiao Wang no desentona.

Es evidente que China va a tener complicado competir así con la imagen paradisíaca que el mundo tiene de las islas de países como Tailandia, Indonesia o Filipinas. Porque, aunque el Gran Dragón es ya el tercer destino turístico más deseado del mundo, después de haber superado este año a España, la mayoría no busca 'sol y playa' en sus dominios. El binomio de superpoblación y polución hace mella en la imagen que se tiene del gigante asiático. Sin embargo, es indudable que la isla de Hainan, al sureste de China, sí tiene un atractivo espectacular para la población china, y el mercado interno es más que suficiente para provocar una burbuja inmobiliaria cuyas dimensiones convierten en pompa de jabón la que vivió su homóloga española.

Así, no es de extrañar que muchos especuladores se acerquen al paraíso tropical chino sin bañador y con la maleta llena de fajos de billetes. Además, en abril entró en vigor la nueva política que permite adquirir en la isla productos libres de impuestos, un imán que ha atraído a las tiendas 'duty free' una media de 18.000 visitantes diarios. Sin duda, nada como un buen baño de capitalismo para hacer las delicias de la población china.

Tatuajes en cirílico

Pero un rápido vistazo a los chiringuitos que ofrecen comida extranjera deja en evidencia que no solo los chinos disfrutan del sol en Sanya. Cuerpos dos por dos, melenas rubias, ojos azules y tatuajes en caracteres cirílicos sorprenden a quien no esté avisado de que los rusos copan la mayoría del mercado internacional del lugar. El año pasado fueron 90.000 y para el siguiente se esperan 200.000. La cifra todavía está muy lejos de acercarse a los 18 millones de visitantes chinos que viajaron a Sanya en 2010, pero ya puede preocupar a sus competidores, sobre todo si se tiene en cuenta que solo hace una década que la isla se dio cuenta de su potencial.

La exención de visado y la inauguración de hasta diez rutas directas entre Sanya y ciudades rusas convierten este destino en uno de los más cómodos para los súbditos de Dimitri Medvedev. En su plan para transformar Sanya en un núcleo internacional de turismo para 2020, las autoridades chinas ya están planteando la opción de eliminar la necesidad del visado para otras nacionalidades, y hacer de la playa de Yalong un coto casi exclusivo para extranjeros y chinos adinerados en busca de un poco de tranquilidad.

Hasta entonces, el visitante occidental puede disfrutar en Sanya de uno de los efectos colaterales de la llegada del neocapitalismo a China. Porque, sin duda, ser testigo de este banco de pruebas en el que los chinos se acercan al ocio es mucho más atractivo que zambullirse en las turbias aguas del Mar de la China Oriental. De hecho, ir a la playa en un país en el que las empresas de cosméticos hacen su agosto con productos para blanquear la piel parece una contradicción.

Pero un vistazo a la atestada costa de Sanya basta para convencerse de que China tiene facilidad para sumar términos que en cualquier otra parte darían como resultado un sinsentido. De hecho, es el comunismo capitalista que ha provocado el milagro económico del Gran Dragón el que ha llevado a la playa a miles de chinos en cuyo canon de belleza la piel pálida es un elemento clave. La solución es sencilla: los más atrevidos pasean en bikini o con un escueto slip 'marcapaquete', resguardados del sol por un paraguas y embadurnados en crema solar de protección 90, mientras que el grueso de turistas se zambulle con ropa y todo. Luego pasan todos por el chiringuito de playa en el que se puede adquirir la loción blanqueante para uso nocturno, y problema resuelto.

La noche también es típicamente china. No faltan garitos con exceso de decibelios cuyos sistemas de sonido compiten con el repiqueteo de la maquinaria pesada que levanta, 24 horas al día y 365 días al año, los nuevos hoteles-colmena de Sanya City, donde todavía no conocen normativas sobre la construcción en el litoral. En los karaokes, los jóvenes, y también plantillas al completo de empresas chinas en viaje de incentivo, pueden desgañitarse a gusto y liberar el estrés de la China del siglo XXI.

A estos elementos inconfundiblemente chinos se les suman novedades importadas directamente de Phuket, Boracay o Bali. Puerta con puerta, el visitante puede emular a Enrique Iglesias en un karaoke o disfrutar de un partido de la 'premier league' en un pub inglés donde corren las pintas de Guinness. Así es la representación del paraíso en China.