Los misterios de una rendición
El encadenamiento sucesivo de los hechos a velocidad vertiginosa sugiere que no hay una cadena de mando y que el desmoronamiento del régimen es imparable
MADRID Actualizado: GuardarLa reconocida extravagancia del régimen libio, que ahora agoniza, nació de la naturaleza pretendidamente original de su creación, jurídicamente única en el mundo, y de los hábitos de su fundador, el coronel Muamar Gadafi, soportada estoicamente por tirios y troyanos, y ahora se asiste a su última manifestación: con la capital bajo control de la rebelión nadie sabe qué hará el inspirado líder.
Él podría haber asumido desde, por lo menos la mañana del domingo, que debía aceptar la propuesta, muy antigua de hecho, de dejar el poder con sus hijos hacia un paradero de su gusto, pero hizo difundir un confuso mensaje de audio a través de la TV indicando que resistiría e hizo decir a su profesional portavoz, Ibrahim Mussa, que estaba listo para una negociación inmediata.… mientras sus hijos, con el importante Saif en cabeza, eran arrestados por los insurgentes aparentemente sin dificultad.
Por si fuera poco, todo indica que sin disparar un tiro se rindió la temida Guardia Presidencial, una unidad de élite bien entrenada y armada y formada en gran parte por extranjeros beréberes o tuaregs o del sur del país y países africanos fronterizos. Esta multiplicidad de mensajes y el encadenamiento sucesivo de los hechos a velocidad vertiginosa sugieren que no hay una cadena de mando digna de ese nombre y que el desmoronamiento del régimen es imparable y no hay ni siquiera un interlocutor válido.
Confusión generalizada
Del lado de la revuelta no hay tampoco una línea coherente y única y así, mientras se difundía la captura de Saif al-Islam, el presidente del “Consejo Nacional de Transición”, Mustafá Abdul Jalil, dijo que el Consejo “está listo para garantizar la salida de Gadafi y sus hijos al paradero de su gusto”… una propuesta poco compatible con los hechos sobre el terreno, asumiendo que el coronel podía ser capturado si estaba en su cuartel general, Bab al-Aziziya, un conjunto amplio bien protegido y construido supuestamente a prueba de bombas.
Los hechos son aún más insólitos si se comparan con lo sucedido en Túnez y Egipto, donde revueltas populares también derrotaron a los regímenes autoritarios de dos líderes inamovibles, los generales Ben Alí y Hosni Mubarak respectivamente. En el primer caso el presidente huyó en cuanto vio que la situación era irreversible y aún disponía de avión, tripulación y destino (Arabia Saudí). En Egipto, el ejército depuso y arrestó a Mubarak bajo intensa presión popular para sustituir sus funciones con la creación de un “Consejo Militar Supremo” interino.
Aquí, en la mejor tradición libia, nada de nada. Un vacío de poder que ni siquiera remite al clásico cuadro que un libro de Allen Dulles, quien después fundó la CIA, hablando de la II Guerra Mundial, hizo popular con su título: “Los secretos de una rendición”. Aquí debemos hablar más bien de los misterios de una rendición. Porque rendición si la hay, aunque falten todos los atributos del caso y la improvisación prevalezca. Todo muy libio.
El amargo final
Dicho esto, se asume universalmente, incluso mientras circulan rumores de que unidades blindadas leales al régimen podrían oponer una última resistencia en Trípoli, que la larga era Gadafi -empezada en 1969 con su popular revolución que derrocó la breve monarquía del rey Idriss, puesto allí por los británicos tras la derrota de la Italia fascista en la II Guerra Mundial- toca a su fin.
El experimentalismo del sistema 'sui generis' creado por Gadafi, teorizado en un manual de pretensiones doctrinales y pretendidamente original en lo tocante a cuestiones constitucionales (el 'Libro Verde') fue siempre pura retórica. Como su pretensión central, a saber, que el Estado no sería una “república” al modo usual, sino una Yamahiría en la que la representación social, sin partidos, se expresaría a través de los célebres 'Comités Populares' y el coronel no tendría puesto oficial alguno y sería solo el Guía.
Todo esto duró porque los libios siempre han tenido un buen pasar: con cuatro millones de habitantes ahora (la mitad cuando Gadafi dio su golpe) y una producción de petróleo de 1.800.000 barriles a día de hoy, sobraba dinero siempre y la vida fácil y una cierta capacidad para la resignación, además de la naturaleza familiar, clánica y tribal de la sociedad hicieron el resto. El presunto milagro libio era una ficción que ahora se apaga en el descrédito y, como era de esperar, en la contradicción, la confusión y el desorden.