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LAS OBRAS DEL MAESTRO NEOCLÁSICO
Juan de Villanueva, el arquitecto olvidado
El Museo del Prado, el Jardín Botánico o el Observatorio Astronómico cambiaron la fisonomía de Madrid
MADRID. Actualizado: GuardarGracias a su talento Madrid dejó de ser un poblachón manchego para transformarse en una ciudad moderna. El arquitecto Juan de Villanueva hizo realidad el sueño ilustrado de Carlos III. La capital debe a este brillante alarife algunas de sus construcciones más bellas y características, del Museo del Prado al Observatorio Astronómico pasando por el Jardín Botánico o la Academia de Historia. Mañana, 22 de agosto, se conmemora el bicentenario de la muerte de este genio olvidado de nuestra arquitectura que contribuyó decisivamente a modernizar la vieja estructura urbana de una villa que constreñía a una sociedad ansiosa de saber y conocimiento.
Contemporáneo de Goya y Jovellanos, Juan de Villanueva es uno de los arquitectos más importantes e influyentes de nuestra historia. Sus construcciones lo confirman como uno de los grandes del oficio del XVIII junto a Ventura Rodríguez, José de Hermosilla y Francisco Sabatini. Gran genio del neoclasicismo español, y arquitecto de la Corona con Carlos IV, su legado y su figura no ocupan, sin embargo, el relevante lugar que merecen en nuestra memoria colectiva. Nacido en Madrid el 15 de septiembre de 1739, estaba predestinado a interesarse por la creación. Su padre, Juan de Villanueva y Barbales, era escultor. Su hermano Diego, arquitecto, fue su maestro y valedor. Con once años era ya alumno de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Antes de cumplir los veinte, en 1758, viajó a Roma para una larga y fructífera estancia de siete años como becario de la Real Academia. De regreso a España, en 1765, inicia un fructífero viaje formativo por Andalucía junto a Hermosilla para estudiar y dibujar las «antigüedades árabes» en Córdoba y Granada, unos bocetos de la Alhambra y la Mezquita cordobesa que publicaría en 1804.
La obra maestra
De vuelta a Madrid, es nombrado académico de mérito de la Real de San Fernando. En 1768 se le designa arquitecto de la comunidad de monjes jerónimos del Monasterio de El Escorial y afronta uno de su primeros grandes proyectos, las Casas de Oficios que circundan el monasterio y en las que mantiene la austeridad propia del estilo herreriano. También diseña y construye la Casita de los Infantes en 1771 en el Real Sitio de Aranjuez, donde se permite más libertades, como la Casita del Príncipe de El Pardo. Cuando vuelve al entorno del monasterio escurialense, alza las Casitas de Arriba y de Abajo.
Con estos proyectos menores forja un estilo muy característico en el que sintetiza el estilo herreriano y el neoclasicismo en boga en la Europa ilustrada que ha vuelve los ojos a Palladio y otros grandes maestros del Renacimiento. Son decisivas en esta fase de su carrera las influencias de Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, los artífices de El Escorial, aunque pronto se abre a otros influjos. Carlos III lo nombra en 1777 arquitecto del Príncipe y los Infantes y su trabajo se vincula a partir de entonces casi en exclusiva a la Casa Real. Arquitecto encargado del Monasterio de El Escorial desde 1781, Carlos IV le nombró arquitecto mayor.
Es entonces cuando su talento luce con especial brillantez en el Museo del Prado, concebido originariamente como Gabinete de Historia Natural y obra maestra que elabora en base a sendos proyectos de 1785 y 1787. El edifico más bello del neoclasicismo español no se convertiría en la gran casa del arte hasta 1814. El denominado Edificio Villanueva, el pabellón central que alberga las colecciones de Goya, Velázquez, el Bosco o El Greco, es un epítome del sobrio y funcional estilo de Villanueva. Mandan las líneas rectas y la simetría e ilumina cenitalmente las galerías en un conjunto organizado en cinco cuerpos con un alargada planta de cruz. Fiel a la tradición herreriana en la que se formó, recurre a materiales tan nobles y sobrios como el granito y la piedra blanca, sin concesiones al ornamento superfluo y conjugando elementos neoclásicos como la columnata dórica sin frontón del acceso principal, los grandes vanos de los ventanales que complementan la iluminación cenital.
Generoso con su talento, regó el Madrid ilustrado de obra que ha pervivido y que siguen siendo ejemplo de sensatez y buen hacer, como la sobria Academia de Historia (1788) o el Oratorio del Caballero de Gracia (1789). El Observatorio Astronómico (1790) es quizá una de sus construcciones más logradas. Con su gran pórtico de acceso y templete circular jónico como coronación, esta casa de la ciencia se sitúa en el Parque del Retiro. Está a escasos metros del Real Jardín Botánico (1774-1781), otro santuario científico concebido por él y pegado al Prado, encargado a Sabatini y construido por Villaueva.
El canal temático Canal de Historia estrena mañana el reportaje 'Juan de Villanueva, el genio olvidado', que repasa la vida y los logros del arquitecto y recorre sus edificios más significativos y los secretos los hacen únicos. Desvela el lugar donde está enterrado, una cripta bajo la capilla de Nuestra Señora de Belén en la madrileña iglesia de San Sebastián.